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“Cinema Paradiso”: La carta de amor de Tornatore al séptimo arte

Giuseppe Tornatore, quien dirige y escribe esta joya, hace una entrañable radiografía al cine y su relevancia en la sociedad desde que se inventó a finales del Siglo XIX.  

Los primeros acordes de Ennio Morricone me transportan a Sicilia, Italia, y a “Cinema Paradiso” (1988), el maravilloso y merecido tributo que brindó Giuseppe Tornatore al séptimo arte.

En ella observo una docena de referencias e imágenes a inolvidables títulos de la pantalla grande como “La diligencia” (1939), “El jeque blanco” (1953) y “Germania año cero” (1947).

Además a emblemáticas estrellas como Charles Chaplin, Buster Keaton, Henry Fonda, Clark Gable, John Wayne, Brigitte Bardot y muchos más.

Amor al cine

El director hace guiños a sus películas preferidas como “Casablanca” (1941), cuyo cartel se puede mirar en la sala de proyección donde trabaja Alfredo.

También el póster de “Lo que el viento se llevó” (1932) que se divisa en una muralla, y que llama la atención de “Totó”, mientras camina junto a su madre por las  bombardeadas calles de Roma.

“Totó” y las películas

Lo anterior visto desde la perspectiva de un niño huérfano, interpretado por Salvatore Cascio, quien vive en un pueblecito italiano donde el único pasatiempo que existe es ir al cine.

El pequeño está fascinado en el mundo del cine que conoce a través de su amigo y confidente, Alfredo (Philippe Noiret).

“Totó” se apropia de las imágenes en movimiento a través de su operador, quien termina accediendo a compartir con él los secretos y misterios de este maravilloso mundo.

El protagonista evoluciona con el cine y la tecnología, con técnicas que llegaron tarde como lo advierte Alfredo tras el fatídico incendio del Paradiso.

No a la melancolía

Llega el momento en que Salvatore abandona su pueblo para ganarse la vida, instante en que su mentor le aconseja que nunca debe dominarlo la melancolía y que jamás debe volver a su pueblo natal.

El único deseo de Alfredo es oír hablar de su discípulo cuando éste se transforme en una figura reconocida del cine en todo el mundo.

Pasan 30 años y a Salvatore adulto (Jacques Perrin) se entera que su entrañable amigo, que lo involucró en el mundo de las imágenes, dejó de existir.

Su partida le traerá a la memoria recuerdos marcados por la figura de su primer amor, Elena, y personajes que fueron trascendentes en el desarrollo de su vida.

Hermosas remembranzas que parecían olvidadas y sepultadas en la arena del tiempo, pero que están más presentes que nunca, como la primera vez que disfrutó de una película en el Cinema Paradiso.

Por Andrés Forcelledo Parada.- 

 

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