Delfina Guzmán a sus 93 años: “Si me llaman para hacer un papel ahora, yo me atrevería”

La mujer manifestó que el teatro es la gran fotografía de un país y que ahora son los jóvenes quienes están haciendo la creación más participativa y colectiva.

SANTIAGO.- Para la actriz Delfina Guzmán el teatro sigue siendo el motor de su vida, tan así que, a sus 93 años, aseguró que si alguien la llama para interpretar un personaje iría sin pensarlo. En su departamento con vista a la cordillera conversamos una agradable mañana de sábado. Ahí repasó hitos que marcaron su carrera, las dificultades de la pandemia y esta evolución que ha tenido la expresión artística. Hoy la memoria es un problema para ella, pero dijo sentirse optimista.

– ¿Cómo ha sido estar lejos de los escenarios?

– Es que no estoy tan lejos, siempre están estas cosas, las entrevistas. Para serte bien franca, si me llaman para hacer un papel ahora, yo me atrevería, porque, imagínate, las ideas se me van de un lado para otro. La memoria. Pero se habrán dado cuenta ustedes que, ¡me doy cuenta! Sé cuándo estoy en el aire. Teatro he visto muy poco últimamente, pero lo que sí está es el contacto permanente con mis compañeros, por teléfono, por Zoom. He estado haciendo cosas.

– ¿Y para usted cómo ha sido el traslado a Zoom?

– ¡Atroz! Echo de menos los camarines. Pasaban tantas cosas. El camarín es como tu pieza íntima, donde tienes conversaciones al límite. Abiertas. De repente los secretos funcionan muy bien, esas cosas que no quieres que nadie sepa, son conversaciones muy atractivas. Aunque encuentro fantástico que la gente haya descubierto eso (Zoom), porque si no habría un montón de personas que no podría ver teatro y se quedaría sin nada.

Delfina tomó una pausa y recordó su última interpretación, el monólogo “Aliento”, de Elisa Zulueta, que fue reestrenado en octubre del año pasado. En esta pieza audiovisual la nonagenaria intérprete encarnó a Lupe, una mujer de 92 años que “pide que la ayuden a morir”. Es un texto precioso, dijo.

– En ese sentido, ¿cuál es su relación con la muerte?

– “Cargantita” po’, oye. Ojalá que me duerma, como murió mi primer marido, el papá de los niños grandes (…) Mira, mijita. Yo duermo como una guagua de nueve meses. Duermo ochos horas, por eso me queda algo de memoria, algo, es lo que más me afecta, me hace mucha falta. Por ejemplo, yo todos los días veo en TVN “Romané” y “Rompecorazón”; veo esas dos obras y me trae la memoria de vuelta. Eso es una belleza. Me comienzo a acordar de las personas, vuelvo atrás. Ver mis interpretaciones, la relación con mis compañeros, me encanta. Además, esas dos teleseries son preciosas.

– Volviendo al teatro, ¿cómo cree que ha cambiado la creación artística en relación a los contextos político sociales de Chile?

– El teatro es la gran fotografía de la vida de un país. Porque están los personajes, los problemas, las discusiones. Está el pensamiento de la gente ¿Cómo están pensando los chilenos? Naturalmente, ahora no piensan como en el tiempo de Allende. En esa época (UP) yo me sentí con una pertenencia del país, y la creación colectiva era muy abierta a toda clase de temas: las costumbres, el pensamiento, la política; esta última… ese fue el problema de la dictadura. Después, en el Teatro Ictus, teníamos que fijarnos mucho en las obras, porque había cosas que no se podían decir. Quiero decirte, y que lo sepa todo Chile, que a la dictadura nunca le tuve miedo. En ese tiempo aumentó mucho la producción de obra, porque la gente se encontraba en los intermedios, era un lugar de reunión. En la transición se dejó un poco lo colectivo, pero ahora volvió mucho eso, se hace harto, porque los cabros jóvenes participan en todo.

– Y en temáticas de género ¿Cómo ha evolucionado el teatro?

– Fíjate que fue uno de los lugares donde las mujeres tuvieron bastante espacio. Como actrices, ni hablar, porque siempre han existido cualquier cantidad de actrices. La profesión de actriz es lo que tú eres, lo que tu piensas, se te sale por los poros, entonces, había una divulgación de pensamiento, que yo echo de menos por este encierro. La mujer es la madre de lo colectivo.

Su carrera

– A finales de los ‘50 ingresó al teatro de la Universidad de Concepción. Las obras eran enfocadas en las manifestaciones culturales de la región, ¿cómo fue esa época?

– Yo me separé de mi marido. Fue un drama familiar atroz, porque mi familia era oligárquica, fanática religiosa y separarse era un pecado. Me quitaron la tuición de mis hijos por el teatro. Me casé de nuevo, y con Gustavo Meza nos fuimos al Teatro de la Universidad de Concepción. Fue una de las épocas más gloriosas de mi vida, porque conocí a mi país, presentamos obras en muchos pueblos. Imaginarás que, en un pueblito como Curanilahue, nunca habían visto teatro. Entonces, la asistencia de los públicos a esas nuevas salas que traían novedades, grupos distintos, actores que la gente conocía, produjo un proceso de aumentar el público del teatro, que llegaba preparado con muchas cosas, más allá que la vida familiar o laboral; esto era abrirle el mundo a un montón de gente que comenzaba a pensar en otros problemas. El teatro era educador. Las salas se llenaban, recuerdo esa época con cariño y antojo.

– Luego de su estancia en el sur volvió a Santiago, ingresó al Teatro Ictus y ejercieron una línea de trabajo basada en la creación colectiva, ¿usted considera que el teatro chileno siguió esa modalidad?

– Por supuesto, sobre todo ahora último, por este crecimiento de lo femenino, aunque yo no soy feminista. El teatro fue uno de los primeros lugares donde la mujer adquirió su presencia laboral. Entonces, de las cosas buenas que tiene, es que siempre ha formado una familia. Lo colectivo tiene una importancia muy grande, considerar la opinión de todos, que yo creo que vino de la influencia de las mujeres, que estaban acostumbradas a manejar los colectivos de su familia.

– Para finalizar, ¿cuáles serían los grandes desafíos para el teatro chileno?

– Lo que lo puede matar -y que por suerte no lo ha hecho todavía- es el mercado. El mercado es lo peor que ha producido el ser humano. Nicanor Parra decía que Chile es un paisaje, para mí Chile es una tienda. Todo el mundo vive para comprar o para vender, y el teatro no es para eso. Al contrario, es libertad, es para abrirte a todas las posibilidades del mundo, abrirte a todas las rutas (…) Yo en el futuro, veo al teatro vivo.


🔴 Esta entrevista forma parte del suplemento digital Ventana Local: El oficio de hacer arte en crisis, que fue financiado por el Fondo de Fomento de Medios de Comunicación Social del Gobierno de Chile y del Consejo Regional Metropolitano de Santiago.

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