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Despierta Santiago

Despierta Santiago luego de que uno de los últimos lugares sagrados de la ciudad haya sido paralizado y en parte dañado. La tarde noche anterior el metro no pudo seguir funcionando. Las personas debieron caminar horas para llegar hasta sus hogares (porque en Santiago la mayoría vive lejísimo de donde trabajan). En la noche le prendieron fuego a varias estaciones de metro y al edificio de la empresa de electricidad que subió sus tarifas. Despierta Santiago luego de que las redes sociales empujaron a los noticiarios televisivos a mostrar golpizas a estudiantes en el metro y después de que el Presidente fue a celebrar el cumpleaños de su nieto en plena emergencia.

Henry Jenkins planteaba que en la convergencia mediática los flujos de información pueden ir de abajo hacia arriba. Las personas pueden informar y no solo hacerlo las empresas mediáticas. En este flujo podemos manifestar nuestras preferencias y gustos. Explica que es mucho más sencillo realizarlo cuando hablamos de entretención (series, fútbol, conciertos, etc.) porque no hay riesgo. Cuando opinamos o pedimos cambios en productos mediáticos de entretención arriesgamos mucho menos que cuando tomamos la cacerola del activismo político.

Despierta Santiago y hoy es sábado. Una de las periodistas con mejor imagen pública condena sucesivamente la violencia, la cámara enfoca los destrozos de la noche anterior y los reporteros televisivos buscan opiniones que se hagan eco de su mensaje editorial. Se intenta reafirmar la idea de que el vandalismo es inaceptable a pesar de la “entendible” demanda social. La periodista dice que ella participó el día de la marcha feminista del 8M y comprobó que se puede protestar sin violencia. Esa es la forma, dice. En cambio, en las redes toma fuerza la idea que protestar con batucadas no basta. Los medios alternativos informan que estos días han incrementado sus seguidores.

Avanza el día y la idea fuerza de que el vandalismo es inaceptable se apaga. Aparecen militares y sale más gente a protestar. Muchos y muchas de forma pacífica, algunos de forma violenta. Hay detenidos, pero no llega la calma. Se escuchan las cacerolas y las bocinas por horas en distintos lugares. Siguen los enfrentamientos y algunos entrevistados increpan a los canales de televisión porque ya no confían en ellos.

Jenkins llama la atención que nada nos asegura que la participación que realizamos y realizaremos será responsable. Estamos en periodo de transición que no sabemos cómo acabará. El cerco del sentido común se ha modificado. La idea de Chile, como oasis latinoamericano de la tranquilidad, se ha esfumado como lágrimas en la lluvia. Despierta Santiago.

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