Con el paso del tiempo, la figura de Edgar Allan Poe se ha transformado en un ícono de la cultura popular. Su imagen es reproducida en camisetas, accesorios y figuras de colección, y su obra literaria sigue siendo leída y estudiada en colegios, universidades y por el público en general. Su importancia y legado se justifica no solo por su indiscutible calidad, sino por ser pionero en muchos aspectos y temáticas, como el relato corto de terror psicológico y la literatura policial, géneros exitosos comercialmente hasta el día de hoy. Poe aparece, para cualquier pluma interesada en estos géneros, como una sombra que cubre todo, una figura totémica influyente a la vez que inalcanzable. Sus discípulos y admiradores son incontables, desde los obvios H. P. Lovecraft y Arthur Conan Doyle, los más contemporáneos Agatha Christie y Stephen King, hasta talentos más recientes, como la argentina Mariana Enríquez.
El cine también ha dado un gran espacio a la sombra del maestro, desde las adaptaciones más o menos literales de su obra, hasta películas que poco y nada tienen que ver con el relato de Poe que sirve de referencia, dejando la impresión, tras ver la cinta, de que el título y el “basado de en la obra original de Edgar Allan Poe” no es más que un grosero gancho comercial, como por ejemplo la cinta “El Gato Negro” (“Edgar Allan Poe’s The Black Cat”) de 1934, protagonizada por Bela Lugosi y Boris Karloff, cinta que, sin ser mala, no tiene absolutamente nada que ver con el cuento de Poe más que la aparición de vez en cuando de un gato negro que se cruza en escena. Ciertamente el título “Satanás”, con el que se conoce en español, es mucho más acertado y honesto.
Las películas basadas en cuentos de Poe forman una lista interminable. Solo Roger Corman llevó a la pantalla seis. Este director de culto y referente del cine de bajo presupuesto, realizó en los años sesenta una seguidilla de populares adaptaciones de obras de Poe, aunque, otra vez, poco y nada tenían que ver con los cuentos originales del autor. Estas películas, protagonizadas en su mayoría por Vincent Price, eran capaces de transformar un relato como “El pozo y el péndulo” en la historia de un joven inglés que visita un castillo con el propósito de investigar la muerte de su hermana; o el poema “El Cuervo”, estrenada en 1963, convertido en la historia del doctor Craven, quien llora la muerte de su esposa Leonore, hasta que una noche llega un cuervo capaz de hablar, quien resulta ser un viejo colega, y Craven lo devuelve a su forma humana. Bedlo cuenta a Craven que vio una mujer bastante parecida a Leonore en el castillo de Scarabus, al cual parten en su búsqueda. ¿Qué tiene que ver con el poema de Poe? Un cuervo que habla, nada más. Sin embargo, la película es digna de ver, sobre todo por el elenco, que incorpora a Vincent Price, Peter Lorre, Boris Karloff y un juvenil Jack Nicholson.
Entre todas las películas basadas en obras de Poe, son muy pocas las que destacan por su calidad artística -cosa extraña, considerando las obras de arte indiscutibles que nos legó Poe-; sin embargo, al igual que las de Corman, aparecen algunas que destacan más bien por el elenco o por sus directores, como “Histoires extraordinaires”, de 1968, una película dividida en tres episodios basados en “Metzengerstein”, “William Wilson” y “Toby Dammit”, este último una adaptación de “Never Bet the Devil Your Head” (“Nunca le apuestes la cabeza al diablo”). Cada episodio tiene un director distinto y la película en conjunto resulta irregular, a ratos insoportable, aunque plagada de estrellas, como Peter y Jane Fonda, Briggite Bardot, Alain Delon Y Terence Stamp. Sin embargo, quien se lleva los aplausos es el director del tercer segmento, el italiano Federico Fellini, quien, a su manera, logra moldear a Poe a su propio sentido artístico y sale más que airoso.
Una película de la que se esperaba mucho, pero que poco y nada logró enganchar, es “El Cuervo” (“The Raven”), de 2012, otra película que toma el título del notable poema de Poe y lo transforma en otra cosa sin la menor relación. En esta película vemos a John Cusack interpretando al mismísimo Edgar Allan, quien se une a la policía para dar con la identidad de un asesino que se inspira en distintos cuentos de Poe para cometer sus crímenes; un juego metaliterario arriesgado, pero que no cuaja, y termina perdiéndose en una obra difusa, tediosa, de poco peso, que, como cabía esperar, cosechó mayoritariamente críticas negativas.
Sin embargo -y aquí es donde quiero detenerme-, las temáticas de los cuentos de Poe han influido en excelentes obras del cine y no solo de terror. Tomemos un cuento como “La Máscara de la Muerte Roja” -también llevado al cine “libremente” por Roger Corman en 1964-; en este clásico, un grupo de nobles se divierten encerrados en una lujosa abadía, escapando de la “muerte roja”, una terrible plaga con síntomas espantosos que se ha extendido sobre la tierra. Las víctimas sufren terrible «dolores agudos», «mareo repentino», y hematidrosis, y mueren en menos de media hora. Los nobles son indiferentes a los sufrimientos de la población en general en medio de su despreocupada cuarentena. Una noche, sin embargo, tras seis meses de aislamiento, se lleva a cabo un baile de máscaras para entretener a los invitados. De pronto, en medio del baile, aparece un invitado que nadie esperaba y que lleva una máscara muy especial: la máscara de la muerte roja, infiltrándose en el espacio privado y provocando la muerte que tanto habían evitado los nobles.
Sin entrar aquí en interpretaciones -como la típica, que señala que este cuento representa la condición inexorable de la muerte- tomemos su base argumental pura y dura: el elemento exterior que se infiltra en un lugar seguro, desatando la tragedia. Este tópico se ha adaptado a decenas de obras cinematográficas excelentes, como, por ejemplo, “Alien: el octavo pasajero”, el clásico de Ridley Scott estrenado en 1979, que nos muestra cómo el monstruoso alienígena se infiltra en la nave tripulada por los siete humanos a través del cuerpo de Kane -John Hurt-, provocando la muerte de cada uno de ellos hasta el enfrentamiento final con Ripley, interpretada por la excelente Sigourney Weaver.
Otra película que retoma y recrea la base de La Máscara de la Muerte Roja, por mencionar una más convencionalmente de terror, es “Viene de noche” (“It comes at night”), de 2017. Los protagonistas son un matrimonio y su hijo adolescente, que intentan seguir adelante en una casa aislada en medio del bosque, mientras el mundo está siendo asolado por algún tipo de pandemia. Las víctimas de esta enfermedad desconocida no solo mueren, también se convierten en una peligrosa especie de zombis. En este contexto, cualquier persona externa es vista como una amenaza. Sin embargo, y a instancias de la madre, los tres van a intentar la convivencia con otra familia más joven para unir esfuerzos ante la muerte que acecha en el exterior y que, como es de esperar, logrará infiltrarse en el espacio aparentemente seguro. Es curioso -o no tanto- que el límite entre el espacio cerrado y claustrofóbico en que se mueven los protagonistas, y el afuera dominado por la muerte sea una puerta color rojo sangre, tal como en el cuento de Poe.
Seguramente vendrán a la cabeza varias otras historias con el mismo tópico. Y tampoco será muy difícil encontrar la notable influencia de otros relatos de Poe en el cine contemporáneo, además de la literatura y otras manifestaciones artísticas, como el rock. Pero eso da para otro artículo.