SANTIAGO.- Héctor Guajardo Rosales nació en Santiago, en 1963. Inició en la danza cuando sólo tenía cinco años, aunque su primer acercamiento formal fue en el colegio, con presentaciones de las danzas típicas; allí supo que tenía buen sentido del ritmo y la capacidad de interpretar: las aptitudes fundamentales de un bailarín, afirmó.
Ya en la década de los noventa la directora de la Escuela-84, en Villa Sur, en la antigua comuna de San Miguel, le solicitó realizar una coreografía para el baile de las celebraciones de septiembre. Héctor entusiasmado organizó la coreografía, “pertenecía a esto, tenía directores, yo solo me dedicaba a lo que me gusta que es bailar”, comentó.
Posteriormente le preguntaron si podía armar un grupo de baile en la escuela, lo que permitió formar a niños con muchas ganas y condiciones, pero el primer contratiempo que tuvo fue que los jóvenes estaban terminando octavo básico y no pertenecerían más al colegio, fue cuando decidió presentar el proyecto a la casa de la cultura de Puente Alto en 1991.
“Presenté el proyecto con el fin de que me dieran un espacio para ir a practicar con los chicos, pero nunca pensé que eso sería remunerado, incluso yo tenía mi trabajo; la cosa es que de a poco esto se fue dando y en el mismo año pasamos a ser el Ballet Folclórico de Puente Alto (…) En esos años era muy largo el título, y quedó finalmente con las siglas Bafopal”, recordó.
Teatro Careola
Si bien Héctor dedicó su vida a la danza, recuerda que a los 12 años decidió dejar esta veta artística, pensado en que se trataba sólo de una etapa y se dedicó por tiempo completo al básquetbol hasta los 15.
Sin embargo, un día mientras pasaba por el Teatro Careola observó una presentación del Ballet Pucara, fue el punto de inflexión que lo hizo retomar la danza, “quería estar ahí al frente con los demás, ahí empezó la motivación por adquirir experiencia y más conocimiento”, rememora.
Desde entonces participó de varias presentaciones en el Teatro Municipal, y se sumó a academias y talleres para afinar su aprendizaje.
A los 18 años se une a grandes compañías como ALI-CHILE donde estuvo cuatro años; luego al taller EDAFO, y LAN-CHILE, en el que conoció a uno de sus profesores, gran influencia en su carrera, Víctor Silva, coreógrafo de Bafona.
Luego concreta una de sus grandes metas, conseguir ser parte del Ballet Pucara “de estar viéndolos desde el escenario, pasé a ser parte de este gran equipo de bailarines”, recordó Guajardo.
Formación
Tras la creación de BAFOPAL ganó una beca de danza por un año, y conoció a Patricio Bunster y Joan Jara en el Centro de Danza Espiral.
“Ellos aportaron mucho en mi aprendizaje como coreógrafo, porque no estudié danza en ninguna universidad. Me formé con los años, y a través de la vida con maestros destacados de la danza en Chile”, afirmó el coreógrafo.
“Bailé en el Chilhue, pero Bafopal tenía dos años y sabía que tenía que entregarles el conocimiento a los chicos, los ensayos me coincidían con la presentación, por lo que colgué mis zapatillas a los 45 años, que igual es una edad pasada para un bailarín, ahora llevo 30 años dedicándome a la dirección y creación”, dijo.
Así el 2000 fueron el primer ballet folclórico de Puente Alto en presentarse en el Festival de San Bernardo; tuvieron la posibilidad de representar a la región en un festival que finalmente ganaron. El coreógrafo confiesa que fue uno de sus grandes logros y lo dejó con la sensación de “tarea cumplida”.
Cáncer superado
Posteriormente vendría una de las etapas más complejas en la vida de Héctor, cuando le diagnosticaron cáncer en plena pandemia, pensó que no volvería a ver a los chicos en el escenario. “Fue muy complicado pensar que los iba a dejar solos”.
Agrega que no hubiese podido superar este difícil momento sin el apoyo de su elenco y la academia, que le inyectó una tremenda energía para seguir adelante batallando.
En la actualidad Héctor se encuentra recuperado e incluso con el sueño de poder cumplir 50 años con Bafopal. Antes de concluir esta entrevista brindó un consejo a las nuevas generaciones de las danza.
“Vivan la danza, disfruten la danza que es el lenguaje corporal que te libera, te hace sentir, crecer, creer en uno, pero hay que ser constante, consciente, disciplinado y, por sobre todo, amar la danza y nunca decir yo no puedo; un bailarín siempre puede, nunca cae, vuela, no con alas, con sus pies y con el alma”, señaló.