Es increíble el nivel que alcanza un artista cuando tiene luz verde para echar mano a toda su capacidad creativa en su obra y convertirla en una joya imposible de superar.
Es lo que consigue con creces Francis Ford Coppola en la segunda entrega de la familia más famosa de la historia del séptimo arte.
“The Godfather Part. II” (1974) forma parte del selecto grupo de las mejores películas junto a “Ciudadano Kane” (1941) de Orson Welles, a quien también se le concedió esta libertad para realizar su ópera prima.
Historias paralelas
“El padrino 2” presenta dos historias paralelas, una que explica el origen del patriarca Don Vito Corleone (Robert De Niro) en su Sicilia natal, Italia.
Posteriormente, desde abajo, construye su imperio, convirtiéndose en un poderosísimo jefe de la mafia en Nueva York, Estados Unidos.
Y está el relato de Michael (Al Pacino), quien desea preservar a la familia y afianzar su poderío ante las presiones de peces gordos como Hayman Rott (Lee Strasberg), famoso profesor de método de actuación del Actor Estudio.
“El nuevo don”
Michael, el nuevo “don”, carece del carisma y simpatía del ex jerarca de la familia de Nueva York, interpretado por Brando en la primera parte.
El menor de los Corleone se transforma en alguien frío, calculador, egocéntrico y vengativo, una máquina pensante y sin misericordia; su gélida mirada desnuda su interior y sus acciones.
No queda mucho del muchacho afable y sonriente del primer capítulo, ahora está inmerso cien por ciento en los negocios e intenta la consolidación definitiva de la familia para hacerla respetable.
En este proceso las consecuencias son nefastas, “Los tiempos cambian” le dice Michael a mamá Corleone en la íntima escena en su residencia en el Lago Tahoe.
Fatal destino
Michael es esclavo de su poder y se convierte en narcisista, llega a la cresta del Everest en los negocios, pero está más sólo que nunca en su imperio.
Su destino estaba escrito décadas atrás cuando su progenitor cometió actos tan crueles y violentos como él para brindar un mejor bienestar a su familia.
Lo anterior queda inmortalizado en una secuencia memorable en todas sus líneas: montaje, fotografía, música, actuaciones y diálogos.
Vito Corleone trepa los tejados de los edificios en la pequeña Italia en Nueva York para asesinar al jefe de la organización “Mano negra”, don Fanucci (Gastón Mochin).
Así el patriarca, al querer proteger a su familia y darle estabilidad, la destruye para siempre, una verdadera tragedia griega.