Amuleto (1999), está cargada de simbolismos que corresponden a las múltiples lecturas que se pueden extraer de los infortunios vividos en una generación apresada por el ejército en la Universidad Nacional Autónoma de México, en el año 1968. Sin embargo, en este hecho hubo una sobreviviente: Auxilio Lacouture, una inmigrante ilegal uruguaya que permaneció oculta en el lavabo de las dependencias de la Facultad de Filosofía y Letras.
Lo desconocido se presenta como la voz del miedo, pero es ese mismo temor lo que reflecta la voz del recuerdo. Y esto bien lo supo plasmar Roberto Bolaño, articulando las repeticiones en su novela:
“Y yo estaba allí con ellos porque yo tampoco tenía nada, excepto mi memoria. Yo tenía recuerdos. Yo vivía encerrada en el lavabo de mujeres de la Facultad, vivía empotrada en el mes de septiembre del año 1968”.
Auxilio vivía, pero vivía inmersa en el pasado desarticulando los momentos que alojaba en su memoria y, como narradora del hecho mismo, va deconstruyendo su propio relato, lo que no le permite avanzar y lo que también se convierte finalmente en un discurso tautológico en su necesidad de aferrarse a los recuerdos que son lo único que logra conservar de manera segura en su vida.
Por otra parte, el temor que infunda el desconocimiento de los años venideros produce una alteración en el ser consciente de Auxilio, es decir, en la percepción que aquella mujer tiene de sí misma y de su entorno, pues al momento de enfrentarse a Elena, Auxilio la desconoce.
Durante el reencuentro no sabe cómo decir cuál es su estado actual, tanto en su aspecto como en su actitud, pero luego se dice que es la misma de siempre. Algo similar ocurre el día en que Arturo regresa de Chile. Ve que él ha crecido y que ha cambiado a la vez, que ya era otro y el mismo de siempre. Entonces se vislumbra en Auxilio una resistencia al cambio como si dar paso a lo diferente, a lo nuevo, fuese una forma de avanzar y de olvidar que alguna vez ella fue alguien: una persona con convicciones, con valor frente a la vida. Si Auxilio olvida no le queda otra opción que mirar hacia el futuro, aunque su propio nombre pida a gritos ser rescatada del dolor y de la soledad provocada por esa incansable búsqueda de la libertad, por ser testigo y llevar sobre sus hombros el peso de la historia.
No obstante, Auxilio sabe que está ocurriendo algo importante y peligroso. La temporalidad del relato va sufriendo oscilaciones en la narración de la protagonista, el orden de los acontecimientos se vuelve confuso y ella pierde la certeza del año en el que se encuentra, presa de la idea de aquellos que no verá llegar:
“Yo presiento que algo pasa y que además no es la primera vez que pasa, aunque tratándose del tiempo todo pasa por primera vez y aquí no hay experiencia que valga, lo que en el fondo es mejor, porque la experiencia generalmente es un fraude”.
Y es posible observar que no solo el narrador como protagonista tiene la conciencia de que la experiencia como hábito pasa desapercibida, sino que se entiende dentro del mismo relato que está construido con una serie de singularidades que sacan al lector de una percepción automática y lo envuelve en una serie de detalles que son cotidianos, pero que regularmente no se toman en cuenta.
La novela de Roberto Bolaño muestra cambios en el tono del narrador que pareciera ser una voz que se esconde en los recovecos de otra voz profunda. Esos pocos contrapuntos pertenecen a la voz de un narrador protagonista que, primero, como narrador, utiliza una máscara para tomar una corta distancia respecto a los acontecimientos y que, segundo, como protagonista, expone a un personaje que no avanza, que se detiene capítulo por capítulo para tomar aire y revivir los fantasmas que la acechan y que la empujan constantemente hacia la muerte.
El tiempo extraviado en la memoria del relato denota el ritmo y la intriga en la narración de la novela. Auxilio recuerda y vuelve a recordar manteniendo el interés del lector en un vaivén de emociones entre el pasado y el futuro. El contenido es substancioso, pero la forma de composición tiene aún mayor relevancia, ya que integra diversos elementos que logran conmover al lector. Y aquí se vuelve fundamental la imagen dentro de la novela, pues se van repitiendo, se van articulando hasta transmitir esa sensación de estancamiento. Los recuerdos aparecen y desaparecen como fantasmas dejando a Auxilio siempre en la soledad, siempre pidiendo ayuda. La voz de una figura femenina cercana y sensible, capaz de conjugar la fragilidad y la fortaleza a diferencia de un hombre que resulta ser más torpe y frío con sus emociones. Auxilio no bloquea los sentimientos, Auxilio recuerda, sufre y sobrevive con el dolor a cuestas, y otra vez el tiempo como un contínuum, un conjunto lineal, sin separaciones, sin descanso.
Hacia el final ocurre el descenso. Auxilio dormía poco, llevaba una rutina de orden y trabajo por la mañana y durante la noche vivía de la bohemia. El ritmo de sus actividades se refleja en el ritmo de la narración, en el hecho de que Auxilio estuviera día y noche pensando, formulando ideas, ordenando recuerdos, desempolvando la memoria y, junto al ritmo, el tiempo va distanciando las horas cuando la uruguaya empieza a dormir y eso se convierte en su nuevo vicio. Ya no quería pensar ni estar sola, dormía incluso cuando estaba acompañada. Desde ahí el relato se vuelve más onírico y adquiere la lentitud propia de los sueños como si estuviese flotando. Mientras duerme se presenta otra voz: la de un ángel. Este elemento se instala como un recurso dialógico para conocer los pensamientos y los sueños de Auxilio donde comienza a hacer profecías.
La voz del recuerdo es aquello de lo cual podemos aferrarnos en instantes de incertidumbre cuando olvidamos de dónde venimos y hacia dónde vamos. La voz de Auxilio es una voz entre millones, una voz en distintas ciudades que han sufrido a causa del abuso de poder. Auxilio es un reflejo de sí misma, una construcción planteada desde la cotidianidad y que sufre una metamorfosis desenvuelta en la irrealidad. El relato desemboca en un paisaje pincelado por el simbolismo de los sueños y un ideal de liberación mediante la lucha y el canto como un amuleto, aquello que protege a una persona frente a un problema. Y el problema de Auxilio, como ella misma revela, es que no puede olvidar.