Esta publicación forma parte del suplemento digital Oficios Tradicionales: La lucha contra el olvido y la desaparición, que fue financiado por el Fondo de Fomento de Medios de Comunicación Social del Gobierno de Chile y el Consejo Regional Metropolitano de Santiago.
Redactado por Eduardo Namoncura / Fotografías por Gonzalo Ibarra
Los zapateros remendones, figuras esenciales en la historia del calzado, han desempeñado un papel vital en la preservación y prolongación de la vida útil de los zapatos a lo largo de la historia. Desde hace siglos estos hábiles artesanos han sido los guardianes silenciosos de la sostenibilidad y la durabilidad, reparando y renovando calzado con destreza y dedicación.
Esta labor ha sido fundamental no solo para la conservación de la artesanía, sino también para el fomento de una mentalidad de reutilización y respeto por los recursos, en tiempos donde los consumidores están cada vez más conscientes del impacto ambiental de las industrias, y buscan activamente productos y servicios que sean amigables con el medio ambiente. Esta conciencia ha dado lugar a un cambio significativo en las preferencias de compra y de consumo, donde el oficio del zapatero tiene mucho que aportar.
Sin embargo, la industrialización de los procesos de fabricación ha supuesto un desafío significativo para el oficio de los zapateros. La producción en masa, la introducción de materiales sintéticos y la cultura del consumo rápido o de un solo uso, han llevado a una disminución en la demanda de servicios de reparación. Esta situación ha generado una amenaza latente para la subsistencia de este antiguo oficio, poniendo en peligro no solo la supervivencia económica de los zapateros, sino también la preservación de un conocimiento valioso y una habilidad artesanal única.
EN SAN MIGUEL
Raul Irribarra, de 69 años de edad, es dueño de una reparadora de calzado instalada en la calle Llico, a escasos metros de la Gran Avenida, en la comuna de San Miguel; hace más de 20 años se inició en el negocio de la reparación. Cuando él tenía un poco más de 40 años, la fábrica de calzado en la que trabajaba quebró. Su historia da cuenta de la realidad de muchos trabajadores que tras el quiebre de las fábricas debieron reinventarse, encontrando en el oficio de la zapatería una oportunidad para darle sustento a su familia.
“Cuando cumplí 40 años la fábrica cerró y ya de ahí no encontré más pega, porque me preguntaban la edad que tenía (…) Entonces, conversando con un amigo me dijo y por qué no te instalas con una reparadora. No, le dije yo, es que no es lo mío, o sea, yo sé fabricar el zapato nuevo, pero finalmente me tuve que decidir, ya que se estaba acabando el dinero que tenía y había que trabajar”, cuenta Raúl.
“La fábrica en la que yo trabajaba tuvo que cerrar por culpa de los chinos, porque no podía competir con el zapato chino, entonces tuvo que cerrar y ahí quedamos sin trabajo, como 20 personas (…) yo me tuve que dedicar a esto, a la reparación. Gracias a Dios me ha dado una gran satisfacción, digamos que empecé sin nada y mira todo lo que tengo, porque todo eso es fabricación mía, todo eso lo hago yo, y cuando empecé no tenía nada y me dedico a fabricar y ya vender”, comenta orgulloso de lo conseguido en más de dos décadas de trabajo.
Cuando se le pregunta respecto a cuáles son los atributos que debe tener un buen zapatero, Raúl responde de forma clara y tajante: “la clave es tratar de trabajar lo mejor posible, hacer las cosas bien, ya te da gusto cuando la gente te dice oiga maestro, se pasó, le quedó bien, qué bonito, qué buena la pega y te recomiendan, y así llega mucho más gente, o sea, es lo que me ha pasado a mí, tengo pega, tengo gente de varias partes, del lado San Joaquín, de allá del de la Panamericana, de La Pintana, incluso tengo gente hasta de fuera de Santiago que me manda hacer zapatos, entonces gracias a Dios, te digo que me ha ido bien, reparo hasta 50 zapatos en un día”.
UNA AMENAZA LATENTE
A pesar de todas las dificultades, los zapateros se niegan a someterse a esta realidad adversa. Con ingenio y creatividad, están adaptando sus técnicas y servicios para satisfacer las demandas cambiantes del mercado moderno. La incorporación de técnicas innovadoras y la diversificación de su oferta de servicios son algunas de las estrategias que están implementando para mantener vivo su oficio ancestral.
Los beneficios económicos y ambientales de reparar y reutilizar el calzado, constituyen una importante oportunidad para mantener vivo un legado cultural e histórico; sin embargo, existe una amenaza latente al futuro de este bello oficio. El cambio de preferencias laborales y profesionales en las nuevas generaciones ha llevado a que estos se inclinen por ocupaciones que se perciben como más modernas, tecnológicas y con mayores oportunidades de crecimiento profesional y financiero.
En ese mismo tenor, Irribarra manifiesta una opinión más bien pesimista. “No le veo mucho futuro porque la juventud no se quiere dedicar a esto. Es un trabajo cochino, piensan que es muy poco remunerado y están complemento equivocados. Pero como te digo, no hay interés por los jóvenes de aprender el oficio del calzado”, finalizó.
Esta publicación forma parte del suplemento digital Oficios Tradicionales: La lucha contra el olvido y la desaparición, que fue financiado por el Fondo de Fomento de Medios de Comunicación Social del Gobierno de Chile y el Consejo Regional Metropolitano de Santiago.