“Érase una vez en América” (1986) es un filme que hay que visionar sí o sí antes de despedirse de este mundo.
Es el broche de oro de Sergio Leone y una de sus mejores realizaciones, sin desmerecer sus inolvidables Spaghetti western del que me declaro su fans número uno.
La obra del director de la trilogía del “Dólar” cuenta la inolvidable historia de amistad de un grupo de gánster judíos en el Nueva York de principios de siglo XX.
Es un filme nostálgico y sobrecogedor, con fuertes y violentas imágenes acompañadas por una maravillosa banda sonora a cargo del inseparable colaborador del cineasta, el maestro Ennio Morricone.
El reparto es inmejorable, eso incluye los personajes secundarios, sobre todo los niños que se roban el corazón de los espectadores en la primera parte del largometraje.
Robert De Niro y James Woods, interpretando a Noodles y Max, respectivamente, están insuperables. Lamento que el personaje de Joe Pesci no haya tenido un mayor desarrollo en esta inolvidable historia, sin embargo, el actor marca presencia como es habitual.
Amistad de hierro
Para no matar la magia de quienes aún no hayan visionado esta joya, y sin hacer spoiler, trata sobre un grupo de amigos judíos de la infancia que llega a convertirse en importantes gánster en los locos años veinte, época en que regía la famosa “Ley seca” en Estados Unidos.
Los personajes principales de esta historia, Noodles y Max, logran afianzar una amistad y fraternidad que traspasa las barreras del tiempo; ambos cumplirán sus sueños, aunque los concretan al margen de la ley.
Esta sólida amistad no se romperá con nada, pese a la traición, malos entendidos, orgullo, la muerte y la ambición de sus protagonistas.
Recomiendo un visionado sin interrupciones por los cambios temporales que presenta la historia. No se preocupen por su extensa duración, no se darán cuenta cuando haya finalizado.
Les garantizo que no olvidarán esta historia de vida resumida en casi cuatro horas y que en un principio tenía un metraje de seis que fue reducido por razones comerciales.
Por Andrés Forcelledo Parada.-