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Gastón Soublette y su amiga Violeta Parra: “Es la voz de un colectivo, es la cultura chilena que no quiere morir”

Habló de la vida y muerte de Violeta, de sus temores, amores, obra y de su sorprendente creatividad.

Por Javiera Blanco Herrera y Jaime Ahumada Jiménez.

SANTIAGO.- Cuando falta solo un día para una nueva celebración del Día de la Música Chilena, fecha que conmemora el natalicio de Violeta Parra (4 de octubre), Cultura 21 dialogó con una de las personas vivas que compartió íntimamente con ella, el filósofo y musicólogo Gastón Soublette, quien no sólo fue testigo de su creación musical, sino que además colaboró en la transcripción de sus recopilaciones.

Fue en una de sus primeras visitas a Santiago, después de casi dos años de confinamiento en su casa de Limache, que conversamos tranquilamente con el académico, luego de un almuerzo en uno de sus lugares favoritos: “Las Lanzas” de Plaza Ñuñoa.

¿Cómo conoció a Violeta Parra?

A través de una grabación de un tío que era muy aficionado a ella, él no la conoció nunca, pero estaba muy sorprendido de sus dos primeros discos y un día me invitó a su casa para escucharlos. En esos discos estaban “Casamiento de negros” y “Verso por el fin del mundo”.

Cuando la escuché quedé sorprendido, nunca imaginé que en el folclor chileno existían esos géneros y se trataban esos temas. Fue mi contacto con el folclor auténtico de Chile por primera vez. Ahí descubrí el verdadero folclor chileno, pero yo no sabía cómo ubicar a esta señora (se refiere a Violeta), esto debió haber sido por ahí por el año 1957.

Poco tiempo después, yo en esa época era director de programas de Radio Chilena CB66; un día ella apareció en mi oficina, le habían recomendado que hablara conmigo porque yo era musicólogo. Se presentó y me dijo: “me han dicho que usted sabe escribir la música y yo tengo demasiadas entonaciones en la memoria, no sé escribirlas, y son tantas, que temo que se me empiecen a olvidar, así que si usted quisiera podríamos trabajar juntos, y usted escribe lo que yo le cante”. Así empezó nuestro trabajo y nuestra amistad. Así la conocí.

¿Conocía sus composiciones?

Las composiciones no se las escuché hasta mucho más tarde. Lo que yo le escribí fue lo que ella había recopilado en las distintas regiones donde investigó. Eso escribimos. Ese trabajo duró dos años, yo escribí todo su repertorio y se lo entregué Y ella me pago incluso, no mucho, claro.

Ella lo incitó a aprender sobre la cultura popular, incluso le dijo que era un “pituco de mierda” que no conocía a su pueblo…

Durante un buen tiempo yo fui nada más que un técnico, que puso su trabajo al servicio de la investigación que ella había realizado, pero Violeta era mucho más de lo que cantaba, porque no solo recopilaba canciones,  recopilaba anécdotas, dichos, refranes, fiestas, descripción de velorios y todo eso me lo empezó a transferir, entonces después de un buen tiempo, uno dice, todo este conjunto de cosas y tradiciones son una “Cultura”, sobre la cual yo no tenía la menor idea de cómo era, y de ahí viene que un día me dijo que yo era un “pituco de mierda que no entendía a su pueblo”. Yo vivía en otra dimensión, una cultura foránea venida de Europa, muy afrancesada en tanto que existía una cultura de esta tierra, donde los que estamentos más altos de esta sociedad no tenían la más remota idea que existía.

Gastón Soublette | Créditos: Documental «El lugar al que llegó».

¿Qué cree usted que motivó a Violeta a rescatar los conocimientos y tradiciones de la cultura popular?

El que comenzó con esto fue Nicanor. En sus primeras actuaciones públicas, Violeta, con su hermana Hilda, interpretaban canciones españolas, eran mujeres cantoras libres, como existieron en España, que son de origen árabe. Ella imitaba bien el “cante jondo”, pero Nicanor ya había hecho una investigación más profunda sobre la poesía popular, y no solo la poesía, también los usos y costumbres. Entonces, fue Nicanor quien la metió a ella en este mundo exclusivamente chileno, ella dejó el repertorio español y se dio cuenta del valor de esta cultura que estaba viva, pero que tenía el riesgo de morir, porque la mayoría de los informantes que conservaban estas tradiciones eran ancianos, entonces, Nicanor le transmitió este imperativo de trabajar en salvar esta cultura, porque si pasaba una generación más, se habría perdido y esos ancianos se habrían llevado su repertorio a la tumba. Ahí empezó el recorrido por todo el territorio nacional, por eso posteriormente ella en “Gracias a la vida” lo alude diciendo “mis pies cansados”.

Usted como director de Radio Chilena ¿programaba sus canciones en la radio?

En Radio Chilena hicimos 19 programas, con entrevista y cantos de ella y su hermana, con puro folclor. Tenía un repertorio bastante grande con sus recopilaciones, todavía no cantaba muchas cosas de ella, sólo a veces “Casamiento de negros” y “La jardinera”.

En su obra se distinguen dos tipos de canciones. Las que tienen la raíz del folclor, por ejemplo, el género tonada, donde hay muchas en el repertorio popular que vienen de fines del siglo XVIII o principio del XIX, donde Violeta agregaba una versión más, siempre en el formato de tonada tradicional. Por ejemplo “Casamiento de negros” es un tema pre-existente, y la que canta ella es una de las versiones. Ese es un mundo al que ella se suma a la tradición de los cantores y cantoras del pasado. Otra cosa, es la canción que ella compone conforme a su estética y poética musical, eso culmina en “Gracias a la vida”. Ahí se destaca también “Run Run se fue pal’ norte” que no tiene antecedente en el folclor chileno, es radicalmente distinto.

¿Qué canción le gusta de Violeta Parra?

En el período en que se basa en los formatos del folclor, “Casamiento de negros”, “Verso por desengaño” y “La jardinera”. En el último tramo “Maldigo del alto cielo” es una obra maestra, “Run Run se fue pal’ norte” igual, “Volver a los 17”, “Gracias a la vida” y sobre todo “El gavilán”. Son creaciones de ella, no digo que no tengan alguna raíz en el folclor, pero ya son independientes del folclor. Las tres primeras que te nombré son mis favoritas. Hablando de tonadas, “La jardinera” es la mejor que se ha hecho en Chile, tanto del punto de vista poético como musical.

“Verso por desengaño” es una canción no muy conocida…

Es más bien un “canto a lo poeta”, excepcionalmente cantado por una mujer, porque el canto a lo poeta es un género esencialmente masculino, que canta a lo humano y lo divino.

Tengo entendido que el canto a lo poeta no suele tratar temas políticos; sin embargo, la obra de Violeta es bastante social, ¿qué me puede decir respecto de eso?

Cuando ella escribe en décimas se aproxima al canto a lo poeta, en cuartetas no se aproxima. Según Nicanor, la décima española es la forma más perfecta de la lengua española, porque bastaría una décima para describir todo un mundo, una cuarteta no le alcanza, quizá lo único que se puede aproximar a la décima es el soneto. Dos cuartetos y dos tercetos también te pueden describir todo un mundo. Esta forma estrófica data del siglo XVI. El tipo de melodía es también arcaico, no suena como una tonada de nuestro tiempo, eso es lo propio del canto a la poeta.

La poesía del canto a lo social que hablas tú, si está en cuarteta no es canto a lo poeta, si está en décimas sí lo es.

Violeta Parra.

¿Qué le parecía Violeta en lo humano, y su vinculación a lo social?

Las personas que tengan un mensaje importante que transmitir tienen doble identidad. Ella es una persona, una mujer con familia, con apellido y una tradición familiar, la otra es como una persona, se transforma en una manifestación del sentido de la vida de un colectivo. Ella es un ícono de la cultura popular, que se encarnó en esta persona. En ese sentido, ella supera por mucho su condición individual, es la voz de un colectivo, es la cultura chilena que no quiere morir. Se encarnó en una mujer a quien hay que perdonarle todos sus reventones de mal humor, porque son parte de su fortaleza. Esa facilidad de ella para montar en cólera tiene un lado negativo, pero tiene un lado positivo, que es que ella era capaz de decir la verdad ante los poderosos, y cantarles en su cara lo que pensaba, sin importarle las consecuencias, con mucho coraje. Esa virtud está potenciada por una capacidad de ira por su sentido de justicia, pero muchas veces nosotros, sus amigos, teníamos que cargar con las consecuencias de los reventones de ella.

¿Qué sintió usted cuando supo que se había suicidado?

Una pena tremenda, porque la despedida que tuvimos en el aeropuerto fue muy bonita, y no me hacía presagiar que ella había decidido poner fin a su vida. Yo era agregado cultural en París, en 1967, y la despedí en su viaje a Chile; estuvimos cuatro horas conversando en el aeropuerto, estaba muy contenta. En esa época, ella ya era muy famosa, había hecho su exposición en el (Museo) Louvre y le habían dado un espacio en un castillo feudal de Suiza, como taller, para que pintara sus cuadros e hiciera sus arpilleras. Estaba muy bien conceptuada

Creo que ella ensayó la carpa como última posibilidad, pero ya le rondaba en la mente –creo yo- la idea de poner fin a su vida, por su problema con Gilbert. Ese fue un golpe bajo del que no se repuso nunca, a pesar que trató de formar pareja con un psiquiatra, que finalmente resultó ser un hombre muy insensible.

¿Usted cree que su suicidio fue por un tema amoroso?

Ella se mató por la imbecilidad de la especie humana, se sintió incomprendida. No le bastó que los franceses la recibieran tan bien. Se topó con dificultades que la desarticularon como persona. Detrás de eso, está su ruptura con Gilbert, yo creo que le dejó una herida que no sanó nunca, y además se sumó el fracaso de la Carpa.

¿Cuál era la relación de Violeta con Cristo, ya que está muy presente en sus obras?

Ella creía en Jesucristo, a mí me gusta decir una frase de Violeta, que quedó para el bronce: “A Cristo no me lo saca del corazón ni el comité central del partido comunista”.

Elisa Loncón editó un libro junto a otras dos académicas donde recuperan audios de Violeta cantando en mapudungún ¿Cree usted que ella tuvo alguna influencia de la cosmovisión mapuche?

Yo no vi eso, pero sé que lo hizo, por ejemplo, en su canción “El guillatún”, que yo conocí después de su fallecimiento.  Ella –creo yo- jamás se metió con la cosmovisión religiosa del mundo mapuche. Ella era una hija del mundo rural chileno de habla castellana, de tradición hispánica antigua, pertenecía al mundo criollo, no indígena.

Sin embargo, su carpa puede haber tomado la estética o la disposición del espacio de la ruca, con el fuego al centro. Ella sí se inspiró en la historia del pueblo mapuche y todo su sufrimiento, de ahí “Arauco tiene una pena”. Algo que me quedó siempre sonando fue cuando me dijo: “Tarde o temprano te tendrás que interesar en la cultura mapuche”. En ese momento yo no tenía nada que ver con el mundo mapuche.

***

Al terminar la entrevista con Gastón Soublette, que debía emprender su regreso a Limache, comentó que gran parte de lo que aquí nos dijo está relatado en su última publicación “Marginales y Marginados. Ensayo Autobiográfico.”, una biografía en donde explora y relata encuentros con personas que marcaron su vida, donde destaca Violeta Parra. El libro está disponible en Ediciones UC.


Esta entrevista forma parte del suplemento digital Ventana Local: El oficio de hacer arte en crisis, que fue financiado por el Fondo de Fomento de Medios de Comunicación Social del Gobierno de Chile y del Consejo Regional Metropolitano de Santiago.

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