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La intimidad de las voces en la novela Contigo en la distancia de Carla Guelfenbein

Las novelas poseen diversos tratamientos y estrategias para el desarrollo de sus historias, la formación de sus personajes y el establecimiento de sus relaciones. Estos análisis permiten indagar en los aspectos verbales y textuales de la novela para entender dichas relaciones desde la intimidad del relato en primera persona.

En este sentido, la escritora chilena Carla Guelfenbein, presenta la novela Contigo en la distancia (2015), en la que muestra fragmentos de la realidad mediante las voces de distintos narradores, quienes revelan los pensamientos de los personajes y el grado de responsabilidad de estos sobre los hechos y sobre su propio destino.

La escritora chilena Carla Guelfenbein (EFE)

La protagonista es Vera Sigall, una escritora reconocida que se encuentra en estado de coma luego de sufrir un accidente doméstico al caer por las escaleras de su casa. Daniel, su amigo, lee sus obras para encontrar respuestas sobre el supuesto accidente. Por otra parte, Emilia, una estudiante de literatura, viaja desde el extranjero para hacer la investigación de su tesis que aborda la obra de Vera. Ella fue contactada por Horacio Infante, un amigo de Vera que resulta ser un personaje clave para indagar en las sospechas respecto al accidente y para así también determinar un orden en el relato de los acontecimientos.

Meta literatura

En Contigo en la distancia se inicia un juego respecto a la relación de la escritora con sus lectores y tanto de la autora de la novela como la del personaje de la escritora dentro y fuera  de la obra, ya que es a través de ella que los personajes creen conocer a Vera, lo que toma relevancia en la medida en que la escritora se encuentra ausente, porque el foco de atención va cambiando en cuanto desatendemos lo cotidiano e ingresamos a un nuevo mundo donde no existen límites para la realidad que se encuentra en la mente y que, en cierta medida, actúa sobre nosotros o con nosotros en aras de la imaginación.

Carla Guelfenbein utiliza distintos mecanismos para el desarrollo de sus personajes: los hace descubrirse a sí mismos. Se trata de narradores-personajes y de un lector que se ubican en un punto donde dominan el mismo grado de información que los personajes. En la novela, los tres personajes principales relatan los hechos a partir de un punto de vista, lo que corresponde a la visión del narrador. Tanto Daniel como Emilia y Horacio, exponen sus puntos de vista en relación a lo ocurrido con Vera:

“No sé por qué lo hice, pero frente a esa mujer nombré por primera vez lo que me había llevado hasta ahí. Lo que me había dado la fuerza para atravesar el charco. Tenía la intuición de que había algo oculto en las estrellas de Vera Sigall. Algo que traspasaba las narraciones, los personajes, los personajes y sus historias. Incluso las palabras. Intuía también, que hallándolo, encontraría algo de mí misma”.

La intertextualidad en la obra

Las distintas conexiones con otras historias que realizan los personajes en la novela, muestran que esta se desarrolla sobre los siguientes argumentos: las sospechas de Daniel, la investigación que realiza Emilia sobre la obra de Vera y la amistad que une a Horacio con Vera. Daniel, por su lado, comienza a preguntarse si el accidente pudo haber sido intencional. Emilia no sabe qué va a ocurrir con la investigación de Vera con quien se reuniría al poco tiempo de su llegada, pero ocurre el accidente. Por último, está Horacio, quien al parecer no mantuvo una simple relación de amistad con Vera, por lo que Emilia cree que él la utilizó para dar a conocer su influencia sobre la obra de la escritora:

“La mayoría de las tardes, al llegar de la clínica, me instalaba en mi escritorio a trabajar en lo que ahora constituía el centro de mis estudios: la relación entre la obra de Infante y la de Vera Sigall. Había descubierto que los versos de él estaban con frecuencia presentes en la obra de ella. Sobre todo los primeros, los más poderosos y los que habían catapultado a Infante como uno de los poetas de habla hispana más respetados de nuestro tiempo. Comencé a hacer un catastro de todos los párrafos donde Vera hacía alusiones y reproducía parte de sus versos”.

Es interesante descubrir cómo Carla Guelfenbein genera un diálogo constante al interior de la novela al hacer referencias a otras autoras y que, a mí parecer, dan cuenta del dominio que tiene sobre la pluma y de la agudeza de su escritura. Por ejemplo, Emilia, la estudiante que investiga para su tesis, realiza su investigación en la biblioteca Bombal. Mientras busca documentos se encuentra con un taburete que había pertenecido a Alfonsina Storni (ella lo llevaba a los lugares donde se inspiraba para escribir). T

ambién abre un cajón con archivos de Clarice Lispector, Elena Garro, Silvina Ocampo y Alejandra Pizarnik. Además, el último libro que estaba leyendo Vera Sigall era el de Katherine Mansfield con un prólogo de Virginia Woolf. Todas ellas mujeres que han aportado a la historia de la literatura y que, en el ámbito personal, tuvieron vidas complejas marcadas por la ausencia de afectos y la lucha contra el machismo.

María Luisa Bombal presente en la obra.

Un diálogo constante

Por otra parte, el destinatario está incluido en el texto solo en su calidad de discurso (quien escribe en diálogo con otro). Asimismo, la palabra poética y las relaciones internas de la obra se llevan a cabo al margen de la cultura oficial, rompiendo con la semántica y la gramática para luego transformarse en un cuestionamiento social y político. Vera escribe versos en sus poemas que luego Horacio repite y viceversa. Ambos poemas dialogan de tal manera que sus estructuras encajan y Emilia es capaz de descubrir la relación amorosa que existió entre Vera y Horacio, porque se repiten los versos, pero existe una respuesta, es decir, un intercambio, un cruce de palabras.

Hay, entonces, distintas formas de unir las palabras en el espacio dialógico de un texto para luego extraer referentes, historias o hacer conexiones tal como lo hizo el personaje de Emilia en la novela de Carla Guelfenbein, pues tal como señala el lingüista Mijaíl Bajtín en una de sus teorías:“el diálogo es la única esfera posible en el lenguaje”.

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