Pocas películas de terror me han provocado un alto grado de inquietud, confusión, ansiedad y miedo, como lo fue en su momento “La profecía” (1976).
Lo cierto es que la primera vez que la visioné el ambiente era propicio para experimentar estas sensaciones. En primer lugar fue en la década de los ochenta, en soledad y bien de madrugada.
“The Omen” intimida desde su arranque con la escalofriante banda sonora, creación del compositor Jerry Goldsmith, por la que obtuvo el único Oscar de su carrera.
Un niño
Su atmósfera, interpretaciones y referencias apocalípticas marcan la diferencia con otras grandes del género como “El bebé de Rosemary” (1968) y “El exorcista” (1973), filmes que por primera vez abordaron la figura de Satanás desde una perspectiva intelectual.
Cómo un niño de cinco años con aspecto angelical puede provocar tal nivel de inquietud, tremendo acierto de la elección del joven Harvey Stephens para encarnar a Damien, el pequeño nació para estar en los zapatos de este nefasto personaje.
Nadie pensaría que este niño de sonrisa afable podría matar a una mosca, sin embargo, detrás de su mirada está la imagen del mal, lo corroboran los primeros planos con el rostro de Damien, quien transmite una hipocresía sin precedentes a medida que logra sus oscuros planes.
Horror
El director Richard Donner tuvo el mérito de contarnos una historia y hacerla hasta cierto punto verosímil, creo que en manos de otro realizador no habría alcanzado el nivel que la convirtió en referente del terror.
En el entorno de Demian ocurren situaciones macabras, pero se profundizan cuando Robert Thorn y el fotógrafo Kit Jennings, David Warner, inician una investigación que los lleva a un monasterio fuera de Roma donde hacen un espeluznante descubrimiento.
El sustituto
La trama es conocida, Kathy Thorn, Lee Remick, da a luz a un bebé muerto, su esposo Robert, Gregory Peck, le oculta la verdad y sustituye a su hijo por un niño huérfano, ignorando su origen satánico.
Peck nunca fue tan convincente como en esta ocasión, un año antes del rodaje sufrió la pérdida de su primogénito de 31 años, quien se suicidó. El sentimiento de culpa del actor lo siguió hasta su muerte, y creo que algo de esa tristeza del alma la dejó plasmada en pantalla.
“La profecía” punto de partida de la trilogía que se completó con “La maldición de Damien” (1978) y “El final de Damien” (1981), propuestas interesantes, pero no superaron a este imperdible clásico del terror.
Por Andrés Forcelledo Parada.-