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La Tregua: El hombre moderno y Dios

El escritor Mario Benedetti vivió distintos periodos históricos en Uruguay, su país natal marcado por la crisis, estancamiento económico y la caída de las instituciones democráticas tras la dictadura de Juan María Bordaberry (1973). Fue exiliado al igual que Eduardo Galeano por integrar lo que fue la Literatura comprometida en América Latina.  

En 1959 Benedetti escribió La Tregua, su novela más famosa, un relato existencial de un hombre de 50 años que ha trabajado toda su vida, siendo ese su mundo, en el que queda atrapado frente al transcurso de los años.

La obra tiene el formato de diario de vida, que nos inserta en el interior del personaje, en sus penas, en su relación con sus hijos, y también en sus pensamientos llenos de melancolía, mientras el tiempo se vuelve indiferente y a la vez doloroso.

Martín Santomé encarna a este hombre moderno. Este sujeto que vive una constante crisis sobre la moral, deseos y normas sociales, pero, por sobre todo, está el trabajo. El personaje y también narrador de la historia se desenvuelve la mayoría del tiempo en la oficina, lo que traduce que toda su vida ha sido dedicada a trabajar.

“Dice Esteban que, si quiero tener la jubilación para fin de año, la cosa hay que empezarla ahora (…) La teoría de Esteban es que es necesario desempeñarse en el estilo que exige el ambiente. Lo que un ambiente es simplemente honrado, en otro puede ser simplemente imbécil. Tiene algo de razón, pero me desalienta que tenga razón” p.80.

La rutina, siendo su amiga y destructora, es el refugio y la costumbre que termina absorbiendo a Martín, quien acepta inconscientemente su presente y vive su vida diaria tan concreta que cualquier cosa que salga de la rutina le parece algo fastidioso. La razón lo hace alejarse de su espíritu. A veces se leen confesiones de sueños que no podría decírselas a nadie más que a ese diario que escribía.

El hombre contemporáneo actúa debido a los paradigmas establecidos. Su crisis moral y ética le hace preguntarse ¿Dónde está Dios?

“Son raras veces las que pienso en Dios (…) Yo necesito un Dios con quien dialogar, un Dios en quien pueda buscar amparo, un Dios que me responda cuando le interrogo, cuando lo ametrallo con mis dudas (…), pero me importa que Dios esté a mi alcance, me importa asirlo, no con mis manos, claro, ni siquiera con mi razonamiento. Me importa asirlo con mi corazón” p.183

En el transcurso de su diario se puede ver la aparición de una chica que le quiebra una rutina gastada. Es como si Dios apareciese, pero no se ve, por lo tanto, no podemos hablar con él y, lamentablemente, saber cuál es la intención de sus acciones.

Una cercanía del libro con sus lectores trasciende en el tiempo. Han pasado 62 años y parece que el hombre moderno sigue en nuestras calles y veredas.

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