RESEÑA
Mindhunter es una invitación a revisar los rincones más oscuros de la mente. Una mano tendida a un recorrido que no sabemos cómo terminará, donde los personajes pueden ser una mera ficción o, también, un oscuro espejo a la mente de los espectadores.
Por: Natalia Ojeda Gaete
Ver series y películas hace cómplice al espectador de una trama, se adoptan las sensaciones de los protagonistas y los sentimientos son pozos donde uno se sumerge con mayor facilidad cuando son oscuros y complejos. En mi caso, discurro sobre sus circunstancias y especulo sobre sus posibles finales. Después, cuando termino de ver toda la temporada, me enrarezco y me absorbo en una mezcla existencial entre mi vida y el argumento de la serie.
Esta vez fue el turno de Mindhunter (2017), serie del director David Fincher que está ambientada en los años 70, donde el protagonista, Holden Ford (Jonathan Groff), es un joven agente del FBI que se interesa y cautiva por entender la mente de los criminales más peligrosos de Estados Unidos. Junto con su compañero Bill Tench (Holt McCallany) entrevistan asesinos seriales y violadores que están en la cárcel, para crear “perfiles psicológicos” de estos y así, en un futuro, tener antecedentes de búsqueda y evitar nuevos delitos. Más adelante se suma al equipo la psicóloga Wendy Carr (Anna Torv), que aportará incipientes, pero significativos conceptos desde su área teórica para la investigación, además de romper el arquetipo patriarcal de “mujer bonita” con una actitud independiente, inteligente y profesional.
El veinteañero agente es seducido por la forma en que los criminales cometen las violaciones y se adentra en sus formas de pensar, tan profundamente, que pareciera tener más afinidad con estos hombres más de lo que él mismo creía (y eso, luego, lo enloquece un poco). Con Edmund Kemper (Cameron Britton), el asesino de las colegialas, el agente Holden crea una relación extraña, muy parecida a una amistad.
Holden utiliza de forma implícita la adulación y el uso del lenguaje coloquial de los homicidas para suscitar un ambiente confiable a la hora de atestiguar sus transgresiones. Sin embargo, Kemper logra desentrañar este juego de adulaciones y egos, tendiendo una trampa a ambos agentes y haciendo cómplice al espectador de una situación que parece estar bajo el control de los protagonistas, pero que finalmente no lo está. El personaje Kemper es cautivante; con su voz afable y honda crea un efecto magnético que no solo hipnotiza a los agentes, sino que también a quien se encuentre detrás de la pantalla, logrando generar cuestionamientos a la afinidad que se le pueda tener al conocido asesino serial.
Dejando de lado el desarrollo de las relaciones de Holden con sus compañeros de investigación, con su novia, con sus entrevistados, con su nueva visión investigativa que funciona a base de intuición y que tendrá muchas críticas y dudas (por sus colegas y por él mismo), el joven agente muchas veces se halla inmerso en situaciones bizarras, donde el entrevistado solitario lo invita a una locura contagiosa que le roba el aire de los pulmones. Locura que será precursora de su retorcido arco argumental, que si bien recién comienza ya arroja muchas luces.
Más allá de todo lo anterior, mientras yo sigo tras la pantalla preguntándome qué va a pasar en la siguiente temporada, empatizando con Holden y, solidarizando con el vacío y la soledad en la que está sumido, pienso en el entorno, las relaciones y la forma en que brotó una idea nueva en su cabeza y cómo fue capaz, atrevidamente para la época, en seguir adelante con su proyecto, arriesgando y exponiendo todas las cosas importantes que lo rodeaban para demostrar que la intuición puede llevarlo a la cima de su existencia, esa llama que nos quema por dentro y no entendemos por qué.
Mindhunter es una invitación a revisar los rincones más oscuros de la mente. Una mano tendida a un recorrido que no sabemos cómo terminará, donde los personajes pueden ser una mera ficción o, también, un oscuro espejo a la mente de los espectadores.