Mujeres que corren con los lobos fue publicado por primera vez en 1992 por la psicoanalista junguiana Clarissa Pinkola Estés (1945), luego de veinte años de investigación sobre el arquetipo de la Mujer Salvaje enfrentado con la naturaleza de la vida y la muerte.
Se trata tanto de un libro de investigación como una guía espiritual que aborda las distintas posibilidades del alma-psique de la mujer (entendida como una esencia inmaterial que habita al individuo), y que, en su edición de aniversario número 25, nos invita a reflexionar y a hacernos cargo del hambre de conocimiento, a explorar y explotar la fuerza de una Mujer Salvaje que se encuentra en peligro de extinción.
Todos sentimos anhelo de lo salvaje. Y este anhelo tiene pocos antídotos culturalmente aceptados. Nos han enseñado a avergonzarnos de este deseo. Nos hemos dejado el cabello largo y con él ocultamos nuestros sentimientos. Pero la sombra de la Mujer Salvaje acecha todavía a nuestra espalda de día y de noche. Dondequiera que estemos, la sombra que trota detrás de nosotros tiene sin duda cuatro patas.
La relación de dicha Mujer con los lobos está en que, en su estado sano, comparten una aguda percepción, un espíritu lúdico y gran capacidad de afecto. Los lobos tienen parejas de por vida y sus vínculos le permiten superar problemas que no distan mucho de las relaciones humanas como sobrevivir al invierno, alimentarse, etc. Cada capítulo presenta un cuento. La mayoría son de su autoría, creación literaria a partir de las reconstrucción de relatos de tradición oral, y otros pocos correspondientes al ámbito universal.
Un capítulo que se llevó la mayor parte de mi atención habla sobre el amor y está titulado como La mujer esqueleto, figura simbólica que debe ser invitada a participar de una relación si se quiere conseguir un tipo de amor duradero, puesto que, una vez aceptada su presencia, servirá de oráculo para saber cuándo será el momento de que un ciclo empiece o se termine. Además, nos muestra las fases psíquicas para abrazar a esta mujer, ya que el hecho de no enfrentarse a ella supone el fracaso de algunas relaciones amorosas, pues para amar no solo hay que ser fuerte de espíritu, sino también sabio.
En particular, este capítulo expone con metáforas la problemática del amor moderno: el temor a la naturaleza de la Vida/ Muerte / Vida y al aspecto de la muerte en sí misma. Por eso existe el temor a concretar compromisos frente a la posibilidad de tener que soportar un final, lo que resulta poco estimulante para el ego que solo busca diversión.
Nos han enseñado que la muerte siempre va seguida de más muerte. Pero no es así, la muerte siempre está incubando nueva vida, aunque nuestra existencia haya quedado reducida a los huesos.
Pero después de la muerte hay vida. Entonces, ¿qué muere? “muere la ilusión, las expectativas, el ansia de tenerlo todo, de querer tan solo lo bello”. Hay que tener dominio sobre uno mismo y fuerza espiritual para entregarse al compromiso. ¿Se puede fingir el amor sin que mueran las ilusiones? “Tienen que morir nuestros vehementes arrebatos de emoción”. Y para esto, la doctora en Estudios Interculturales y Psicología Clínica nos encomienda ciertas tareas que van desde descubrir a otra persona como un tesoro espiritual hasta el poder lograr una fusión entre el alma y el cuerpo de los amantes.
Amar significa permanecer al lado de alguien. Significa salir de un mundo de fantasía y entrar en un mundo en el que es posible el amor duradero, hecho de afecto. Significa quedarse cuando todas las células gritan: ¡Echa a correr!
En ese quedarse y no echar a correr, por referencia, la autora nos impulsa a estar dispuestos a perder el miedo, a tocar lo que no es bonito en otra persona y en nosotros mismos. La mujer esqueleto representa todo aquello que pone a prueba nuestro carácter y que nos permite intentar vivir del alma y no del ego: ser tenaz, paciente, no evitar los aprendizajes y tener la confianza de que cualquier herida que se sufra también podrá sanar. La muerte les exige a los amantes que se le enfrenten, que no se acobarden, que la amen y bailen juntos con ella.
Mujeres que corren con los lobos debiese estar en todas las bibliotecas y/o rincones de cada hogar. Es un libro que abre el apetito salvaje, aviva el instinto, remueve el corazón y hace que el alma se sienta pertenecer al cuerpo. Contiene investigaciones, plantea teorías, narra historias, las analiza, las desenreda y las entrega en su estado más puro, sin intervenciones para no herir susceptibilidades. Es una especie de biblia para la mujer creativa y salvaje que todas llevamos dentro. Es una medicina, una invitación a cerrar ciclos y a abrir otros, a estar conscientes, a conocernos entre luces y sombras, a sabernos frágiles y fuertes, a amar con pasión y a establecer límites saludables, a soltar y a dejar morir para después seguir viviendo.