RESEÑA
El debút cinematográfico de Juan Cáceres denuncia con coraje la xenofobia y el racismo presente en Chile, además de ofrecer una dirección fresca y dinámica que muchas constantemente se funde con la realidad.
Coraje y experimentación son las dos palabras que mejor definen el debut cinematográfico del director Juan Cáceres. Es que, con tan solo 80 minutos, “Perro Bomba” logra ofrecer un retrato vivo respecto al fenómeno migratorio en Chile, que, con una intimidad sorprendente, demuestra que el cine chileno sigue creciendo y aprendiendo cada vez más.
Retrato vivo, porque, con Steevens Benjamin en el protagónico, la película cuenta con escenas en donde el guion fue eliminado por completo, provocando así que, a ratos, el largometraje tome vida propia y avance rompiendo sus límites. Esta técnica, lejos de “desordenar” la película, crea una sensación de naturalidad que torna el relato bastante cercano y atractivo.
De igual manera, la cámara sigue muy de cerca a al protagonista, mostrando en detalle sus expresiones en muchos momentos clave para el desarrollo de la película. El actor, a pesar de guardar silencio en muchas de las escenas, logra transmitir desesperanza y confusión frente a su precaria situación, causada principalmente por el mal funcionamiento de las instituciones chilenas.
La ficción avanza con esta técnica estilo documental mientras la vida de Steevens se pone cada vez más complicada. Tanto así que no hay ninguna escena donde él no aparezca. La historia envuelve y nos hace partícipes de una situación que viven muchos migrantes en nuestro país.
Sumado a eso, la película logra equilibrar bien sus tiempos, dejando incluso momentos para que la música brille por cuenta propia, con llamativas escenas que le dan su espacio propio.
Ir a ver “Perro Bomba” es una experiencia que dura lo justo, y donde destaca la potencia de un mensaje que llega a las salas de cine acompañado de una técnica que saca el mejor provecho de la calle para mostrar qué es lo que viven muchos migrantes en Chile.