SANTIAGO.- La población penitenciaria femenina ha aumentado en un 121% durante las últimas dos décadas en Chile, siendo uno de los factores atribuibles a esto la promulgación de la Ley 20.000 (ley de drogas). En la literatura universal y en estudios efectuados en Latinoamérica se vislumbra la urgencia de implementación de políticas penitenciarias con perspectiva de género, entendiendo las circunstancias por las que estas mujeres caen presas en esos lugares.
El Instituto Nacional de Derechos Humanos, INDH, apunta en sus informes que las cárceles en Chile presentan diversos problemas relacionados con el hacinamiento, la violencia entre internos (as), el maltrato institucional de guardias a reclusos (as) y problemas de infraestructura.
Es sabido que existe una carencia de políticas penitenciarias, lo que explica que desde 1999 hasta el 2012 (sólo existen cifras hasta ese año), según registros de Gendarmería, la población penitenciaria femenina haya aumentado un 121%. De acuerdo a informes de la institución, el 86,4% de mujeres son madres, y un 70% tiene hijos menores de 18 años, según el estudio “Reinserción, desistimiento y reincidencia en mujeres privadas de libertad en Chile”, en el cual se realizó un sondeo a 225 mujeres que egresaron del Centro Penitenciario Femenino de Santiago y del Centro de Estudio y Trabajo Talita Kum.
Estudios de Fundación Paz Ciudadana y Fundación San Carlos de Maipo, del año 2015, señalan que las mujeres en conflicto con la ley presentan mayores índices de exclusión social que la población en general.
“En principio las cárceles son el reflejo del fracaso del proyecto social. Es importante entender la problemática del delinquir como un problema que es estructural (…) En la cultura patriarcal esta situación (exclusión social) se intensifica en las mujeres, porque ya cuentan con el estigma que tiene en nuestra sociedad venir de territorios empobrecidos socioculturales (…) El estigma que da la cárcel y ser mujer es doblemente sancionado. Y ya las mujeres somos discriminadas por el hecho de ser mujer”, afirmó la socióloga Violeta Arvin Casoni.
Estadísticas de Gendarmería, del año 2016, consignan que, en cuanto a las causas delictivas de mujeres, se presenta una tendencia al microtráfico con un 47,3%, seguido por robo con un 23,5% y hurto con un 8,2%.
“A partir de la promulgación de la Ley 20.000 se ve un incremento de tasas de las mujeres recluidas. Hay varios patrones que caracterizan a las mujeres del microtráfico. Es una tendencia que persigue a estas mujeres que están en los eslabones más bajos en la jerarquía del narcotráfico, estas características tienen que ver con que son mujeres que provienen de lugares vulnerables socioeconómicamente. Entonces, dedicarse a este negocio es una alternativa para poder sobrevivir a esos entornos”, agregó Violeta Arvin.
El estudio académico de la Universidad de Chile “Encarcelamiento femenino en Chile” señala que en la literatura universal carcelaria y en diversos estudios de América Latina la situación golpea más fuerte a las mujeres antes de ser reclusas, pues ya se encontraban en circunstancias de exclusión económica y social.
Datos del Ministerio de Justicia, del año 2012, exponen su nivel educacional; las estadísticas muestran que el 46,3% tenía educación básica, el 47,9% educación media, el 3,4% educación superior y el 2,1% carecía de instrucción. De acuerdo al mismo estudio, a través de entrevistas a reas de la cárcel de Santiago, se extrajeron datos importantes a considerar: un 45% ha sufrido situaciones traumáticas de violencia intrafamiliar y un 26% han sido abusadas sexualmente. Respecto al acceso al trabajo remunerado data de un 24,4%, a diferencia de los hombres con un 33,4%. En las entrevistas, las mujeres señalan que un 38,7% ha recibido altos niveles de maltrato de guardias y un 18,5 % ha reportado torturas.
Salud mental
Los datos del estudio señalan que un 22,2% de las mujeres son visitadas por su pareja, en comparación de los hombres (47,7%). Las mujeres visitadas por sus madres son el 43,1% de la población carcelaria, mientras que los hombres que son visitados por su progenitora corresponden a un 53,8%.
Esto representa los dolores del encarcelamiento femenino y una explicación del porqué son menos visitadas es que ellas eran quienes debían asumir los roles afectivos y nutrían los vínculos familiares.
Otra cosa es la angustia y las dificultades de transmitir alguna influencia desde la cárcel en la crianza de sus hijos (as). Datos extraídos desde el penal Santiago 1 exponen que un 9% de las mujeres presenta trastornos psicóticos, un 46% tiene un trastorno de personalidad (antisocial en un 15%, limítrofe en un 31%) y un 53% presenta trastornos afectivos.
“Sin duda una gran parte de esa población debe tener sentimientos de desesperanza, sentimientos de frustración al estar lejos de sus hijos y eso puede desencadenar depresiones, distimia (…) A la mujer se le juzga el triple. El estar inserto en esta sociedad es como la sociedad define a una mamá. La mamá tiene que estar disponible, despegarse ningún momento de su hijo y cuando esto no se cumple se le tilda de mala madre, mala mujer, mala todo. Las mujeres que no pueden desarrollar esas características por la lejanía y la culpabilidad que sienten es tan alta que también aporta a la enfermedad mental”, sostuvo la psicóloga Javiera Saldívar.
Difícil reinserción
La Universidad Católica desarrolló la primera investigación que estudia la población penal con perspectiva de género “Reinserción, desistimiento y reincidencia en mujeres privadas de libertad en Chile”; fue hecho por el Centro de Justicia y Sociedad del Instituto de Sociología UC y las fundaciones Colunga y San Carlos de Maipo.
El estudio consistió en efectuar un sondeo a 225 mujeres que salieron de la cárcel hace un año. Esto expone que un 83,3% de las encuestadas cree que es imprescindible encontrar trabajo al salir de la cárcel y reinsertarse en la sociedad. Un 31% declara que han tenido mucha dificultad para buscar trabajo y un 29% señala lo mismo para obtener dinero y mantenerse. Un 36% ha tenido un trabajo remunerado al menos una vez durante el año, que no significa necesariamente formalidad y estabilidad, ya que sólo la mitad de ellas tenía contrato y cotizaciones (52%).
En este mes de la mujer la visibilización de la población penitenciaria femenina es escasa en los medios de comunicación y, por lo tanto, en la opinión pública. Los estudios señalan que es necesaria una modernización de las políticas penitenciarias para promover la reinserción social de mujeres y madres.