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Solo los amantes sobreviven: una oda a la cultura pop en clave vampírica

Jim Jarmusch filtrando a su modo el eterno mito del vampiro y entregándonos este completo deleite cinematográfico.  

Es cierto que el tema de los vampiros sigue vigente en el arte, sobre todo en el cine y en la literatura; sin embargo, pareciera ser un tópico algo gastado y repetitivo, y cómo no, si desde el éxito mundial de la novela Drácula de Bram Stoker en adelante, el vampiro ha sido una figura permanente de carteleras y vitrinas.

Solo los amantes sobreviven (Only lovers left alive; 2013) es una película de vampiros, sí, pero pasada por la mano y mente creativa de Jim Jarmusch y eso es todo un experimento. Todos los clichés del género quedan pulverizados -evidenciados y hasta ridiculizados- con esta obra, una de las más llamativas de la filmografía del destacado director estadounidense.

Para comenzar, no estamos en el siglo XIX, sino en el presente. Tampoco nos encontramos ante un vampiro maligno y sediento de sangre, sino ante una pareja de vampiros enamorados que, por circunstancias que ni siquiera ellos parecen comprender bien, viven separados.

Él, Adam (Tom Hiddleston), es un romántico depresivo, huraño y talentoso músico de culto, fan del rock and roll más oscuro, que ha elegido Detroit como su lugar de residencia. Ella, Eve (Tilda Swinton), es una culta y sofisticada vampira de tres mil años de edad que vive en Tánger, una ciudad del norte de Marruecos. Dos ciudades muy distintas, opuestas incluso, pero que comparten ese aire solitario y oscuro que cruza la película por completo.

Detroit, la ciudad donde ocurrirá gran parte de la trama, es, de hecho, una ciudad semi abandonada -fue declarada en bancarrota el año 2013-, llena de edificios vacíos y derruidos, tal como se muestra en el filme cuando Adam lleva a Eve a dar un paseo nocturno por las calles oscuras de Detroit, pasando por la casa de infancia de Jack White y por las ruinas de impotentes teatros que recuerdan el esplendor de otra época, antes de la decadencia, cuando la ciudad era el próspero epicentro mundial de la industria automotriz (General Motors, Ford y Chrysler fueron fundadas en Detroit).

Estos vampiros modernos de Jarmusch no chupan sangre del cuello de desprevenidas víctimas, sino que la consiguen a través del mercado negro. Sangre pura, “de la buena”, que consumen en dosis prudentes, ya sea en copas o en forma de helado. Beber sangre directo de la víctima es una costumbre que consideran salvaje, obsoleta, de mal gusto; además, existe poca probabilidad de conseguir sangre pura en la actualidad, donde los humanos (llamados “zombis” por los protagonistas) han infectado su propia sangre con químicos y enfermedades transmisibles.

Y este es otro de los temas que aparece de forma reiterada en la película: la crítica al ser humano como especie individualista y dañina. Adam y Eve se lamentan por el estado actual del planeta y por el sino lamentable que han enfrentado los “héroes” a los que Adam admira. (“Pues mira lo que les han hecho. Pitágoras, asesinado. Galileo, apresado. Copérnico, ridiculizado. El pobre de Newton obligado a practicar la Alquimia en secreto. Tesla, destruido. Sus hermosas posibilidades, completamente ignoradas”, dice Adam en un momento.)

¿A quiénes más admira Adam? Los podemos ver en los retratos que tiene colgados en una de las paredes de su casa, uno al lado de otro a modo de altar: Joe Strummer, Tom Waits, Franz Kafka, Edgar Allan Poe, Screamin’ Jay Hawkins, Charles Baudelaire, Luis Buñuel, William Burroughs, Nikola Tesla, Patti Smith, Isaac Newton, Iggy Pop, Marcel Duchamp y Emily Dickinson, entre muchos otros. Una selección que representa bien los gustos de Adam por la ciencia, la literatura y la música, aunque también nos muestra parte del panteón de figuras admiradas por el mismo Jarmusch, un reconocido fan del rock and roll y de la cultura pop, quien incluso ha incluido en el reparto de sus películas a varios de aquellos personajes.

Las referencias al mundo de la música y de la literatura es otro de los aciertos de la película. En el pasado, Adam vio tocar en vivo a Eddie Cochran, escribió un quinteto de cuerdas que le dio a Schubert (quien lo hizo pasar por su autoría), jugó ajedrez con Lord Byron y compartió con Mary Shelley. Pero si hay una referencia que se lleva los aplausos por su creatividad delirante es la inclusión de Christopher Marlowe -interpretado por el siempre genial John Hurt- como un vampiro viejo y enfermo, que provee de sangre pura a Eve en Tánger.

¿Y quién es en realidad Christopher Marlowe? Un escritor del siglo XVI, dramaturgo y poeta, cuya obra más recordada es Doctor Fausto (nombre inscrito en la piocha que Adam usa cuando se disfraza de médico para ir a conseguir sangre pura con su dealer en el hospital). Pero si por algo es realmente conocido este escritor es por la llamada “teoría Marlowe”, que señala que él sería el autor real de las obras de William Shakespeare.

La falta de educación y de mundo de Shakespeare siempre ha hecho sospechar de la autoría de sus obras y una de las teorías más difundidas es la que dice que Marlowe no murió en una pelea en un bar -se dice que fue enterrado en una tumba anónima- y que simplemente se trató de un montaje para encubrirlo y evitar que se entregara a la justicia, ya que tenía problemas por actividad de espionaje.

Tilda Swinton, John Hurt y Jim Jarmusch en el set de Only Lovers Left Alive (Solo los amantes sobreviven).

Cuando Marlowe “muere”, comienzan a aparecer las obras de Shakespeare, que antes no había escrito nada, ni tenía los conocimientos de historia necesarios para escribir lo que escribió. Existen diversos estudios que incluso muestran las similitudes estilísticas entre la obra de Marlowe y la de Shakespeare. Pues bien, Jarmusch nos cuenta en esta película “la verdad”: Marlowe no murió, sino que fue transformado en vampiro, escribió toda la obra de Shakespeare para que la publicara con su nombre y ha llegado vivo hasta el siglo XXI.

Eve, quien además de clienta es gran amiga suya, lo alienta a que diga la verdad, que revele al mundo que él es el autor de Hamlet y de toda la producción shakespereana (“¿Me estás diciendo que nunca vamos a sacar la verdad a la luz? ¿No podríamos dejar unas cuantas pistas? Causaría un caos tan emocionante”, le dice Eve en un momento, a lo que Marlowe responde: “Creo que el mundo ya tiene suficiente caos”).

No olvidemos que esta es una película de Jarmusch, con todo lo que aquello significa. La historia es mínima y las acciones nunca van a ser rápidas, por lo que, si buscas sangre a destajo, saltar en el asiento, con vampiros sedientos y murciélagos rompiendo ventanales, no es esta película lo que estás buscando. Solo los amantes sobreviven es una película de vampiros solitarios, desesperanzados, que viven mirando la vida por el espejo retrovisor, condenados a vivir entre “zombis” que han llevado al mundo a la decadencia, infectando al planeta y a sí mismos. Pero los une el amor. Siglos completos de amor, unión y buen gusto.

En este sentido, los protagonistas de la película se relacionan mucho con las características del movimiento romántico del Siglo XIX, con esos artistas incomprendidos, geniales y suicidas, sintiendo el amor como una fuerza caótica más allá de la racionalidad. Vampiros hípsters, cultos y melómanos (aunque al final la cinta nos recuerde que, al fin y al cabo, siguen siendo vampiros), que nos entregan una obra contemplativa, llena de referencias a la cultura pop. Y es que, al fin y al cabo, Jarmusch nos entrega en este filme una verdadera oda a la cultura popular, al rock and roll, a la literatura, al arte y a la tradición vampírica. La fotografía y las actuaciones son impresionantes y qué decir de la música, una obra de arte que daría para escribir un artículo completo. Jim Jarmusch filtrando a su modo el eterno mito del vampiro y entregándonos este completo deleite cinematográfico.

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