Sinceramente las cosas vienen mal en Chile desde antes del estallido, ni la revuelta social, ni la pandemia tienen la culpa que los sueldos sean tan bajos, que no haya jubilaciones dignas y que todos los gastos de salud y educación terminen enriqueciendo a los mismos de siempre. Acá lo público significa mantener al más rico, y lo digno termina siendo quedarse callado. No fueron 30 pesos, fueron 30 años y hoy suma uno más.
Claudio estudió Ingeniería Comercial en una universidad privada, y mientras le fue bien, se sintió arriba de la ola. En esos años de éxito su frase era -para que voy a votar, si mañana tengo que igual salir a trabajar- su reino era su casa y su auto, los que mantuvo hasta que pudo pagar sus cuotas, no le importaba nada de lo que sucediera en el país, para que decir las personas más pobres.
Como ingeniero comercial, Claudio quedó sin trabajo el 2018, nunca más encontró trabajo en lo que se endeudó para estudiar, hoy está seguro que la cesantía ha sido alta desde hace años y está oculta por el trabajo informal, “manejar autos, vender cosas en Facebook no te aseguran un buen vivir, pero es lo único que podemos terminar haciendo, para el Gobierno somos gente que está ocupada y no cesante, los nuevos emprendedores”.
La Constitución en Chile no asegura que exista Seguridad Social, el trabajo no dignifica, al contrario, enriquece a prestadores de salud, a las Isapres, las AFP y para qué decir los bancos, Claudio recuerda que cuando trabajaba en uno, ahorrar no era un estímulo de cultura, al contrario “si alguien ahorraba con una tasa preferencial, por ejemplo un depósito a plazo de un millón de pesos, al año ganaba 6 mil pesos, pero si el banco te prestaba el mismo millón, terminabas pagando 1 millón y medio. No hay incentivo, no les importa generarlo, porque si te endeudas, dependes del empleador, al final aceptas cualquier trabajo, pagas tu comida en cuotas y no discutes tu sueldo, te hacen perder tu dignidad”.