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“Vivir”: La reflexión de Kurosawa sobre la vida y la muerte

Aborda el sentido de la vida y la perspectiva inevitable ante el término de la existencia, creando una hermosa película sobre la condición humana.

“Los siete samuráis” (1954) fue el primer filme que visioné de Akira Kurosawa en un ciclo de cine que se desarrolló en la Aula Magna de la Universidad Católica de Temuco.

Honestamente me quedé de una pieza y fascinado con esta maravilla. Fue entonces cuando decidí ver otras cintas del reconocido realizador nipón.

El desafío era si otras podrían superar la epopeya de siete valientes que defendieron a un pueblo abandonado a su suerte y que tanto me impresionó.

Vi su ópera prima “Sugata Sanshiro” (1943), luego “Rashomon” (1950); “Kagemusha, la sombra del guerrero” (1980), “Ran” (1985) y muchas más.

Hasta entonces tenía una idea equivocada del trabajo de Kurosawa, pensaba que sólo eran películas de aventuras y samuráis; la verdad no lo había visto todo.

En el centro el director Akira Kurosawa dando instrucciones a los actores en Ikiru.

“Ikiru”

En otro ciclo organizado por la Universidad de La Frontera, UFRO, en una sala en el centro de Temuco que hoy no existe, pude ver el filme que se convirtió en mi favorito. En una exhibición con poco público pude disfrutar de “Vivir” o “Ikiru” (1952).

La genialidad de Kurosawa superó todo lo imaginable con una sencilla historia sobre un anciano funcionario público, el Sr. Kanji Watanabe (Takashi Shimura), actor fetiche del realizador con quien trabajó en 16 ocasiones.

A Watanabe le diagnostican cáncer y le quedan pocos meses para disfrutar lo que nunca conoció en vida. Parte el filme y el narrador hace una lapidaria reseña del protagonista:

“Este hombre es el protagonista de nuestra historia. Pero sería aburrido hablar ahora de él. Ya que sólo está matando el tiempo. Pasa de largo por la vida. En realidad casi no está vivo”.

El anciano hace 20 años es viudo y todo ese tiempo estuvo enfocado al trabajo y la crianza de su hijo. Su profesión es monótona y la falta de comunicación lo distancia de su hijo que se convierte en un extraño.

Hace mucho había renunciado a vivir y sus movimientos son similares a los de un zombie, no expresa sentimiento alguno y su voluntad es débil. El tiempo pasa muy lento para él, lo cual tiene que verificar a cada instante viendo su reloj de bolsillo.

El viaje

Entonces el personaje inicia una carrera contra el tiempo para dar sentido a su existencia y aceptarse. Sabe que ha desperdiciado años de su vida y decide efectuar un viaje con la ayuda de dos personajes.

El primero, un escritor anónimo de novelas baratas y Toyo, una joven que deja su trabajo en la oficina de Watanabe, para laborar en una fábrica de juguetes.

En su hora más oscura y ante el sufrimiento que lo asecha, Watanabe  ve una luz al final del túnel. Aún le queda tiempo y libertad de elegir su presente, y un destino que le pueda dar sentido a su vida.

El personaje se propone un loable objetivo y comienza a vivir para ello, se siente con la energía y voluntad para ejecutarlo antes de partir de este mundo.

Reflexión

Kurosawa hace una reflexión del sentido de la vida y la perspectiva inevitable de la muerte, creando una hermosa película sobre la condición humana.

Me hace pensar sobre lo efímero de la existencia en que a veces despreciamos vivir el presente, y nos privamos de disfrutar las bellas y sencillas cosas que están frente a nuestras narices.

Espero nunca estar en los zapatos del Sr. Watanabe, quien tuvo que enterarse que iba a morir para comenzar a vivir en una etapa avanzada de su existencia.

Sin embargo, al finalizar me permito hacer la siguiente reflexión: “Mientras estemos respirando, nunca es tarde para empezar a vivir. No hay que dejar de soñar mientras exista vida”.

Por Andrés Forcelledo Parada.- 

 

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