Es imposible escribir estas líneas sin escuchar la Sinfonía N° 25 de Wolfgang Amadeus Mozart, pieza posterior al primer acorde de la madre de todas las óperas “Don Giovanni”, composiciones con las que arranca una de las películas que más ocasiones he visto en mi vida.
La inolvidable “Amadeus” (1984) del director checo Milos Forman, quien partió el 2018, me sumerge en la fascinante historia, mezcla de realidad y fantasía, sobre la vida del mejor compositor de todos los tiempos.
Fue rodada mayormente en Praga, Checoslovaquia, que en palabras del mismo Forman “conservaba el sabor del Siglo XVIII gracias a la ineficacia comunista”.
Por ejemplo, el teatro Thyl checo, lugar donde se estrenó “Don Giovanni”, donde se filmaron las escenas de ópera; la capital austriaca, Viena, también formó parte de las maravillosas locaciones.
Nefastos sentimientos
“Amadeus el montaje de un director”, basada en la obra teatral escrita por el dramaturgo británico Peter Shaffer, más que relatar la vida sobre Mozart (Tom Hulce), exhibe los sentimientos más nefastos que puede experimentar un ser humano: la envidia, frustración y odio.
Emociones representadas a la perfección por F. Murray Abraham, al interpretar al compositor italiano Antonio Salieri, uno de los “malos” o antagonistas más fascinantes y recordados de la historia del cine.
La interpretación de Abraham, que le valió el Oscar, es el sostén del filme en muchos momentos, con una contención admirable en que transmite rabia y amor solamente con una mirada.
Somos testigos del auge y caída de un buen compositor que simplemente tuvo que convivir con el mayor genio musical de todos los tiempos, siendo Saliere el primero en descubrirlo, admirarlo y envidiarlo.
Polos opuestos
El contrapunto Salieri-Mozart no puede ser más claro, el primero siempre vestido de oscuro, siendo el único que no utiliza peluca; por el contrario, el personaje de Amadeus, siempre con ropajes alegres y algo excéntricos.
En relación a las emociones, el odio y frustración del italiano es el motor del relato; una escena clave es cuando la esposa de Mozart lleva a Salieri las composiciones originales del genio para poder conseguir el puesto en la corte de rey de Austria.
Aquí el rostro del músico se desfigura al revisar cada una las partituras; no esconde su rabia al no poder alcanzar el nivel de estas maravillas trazadas por el austriaco en los pentagramas.
El músico se convence de la genialidad de Amadeus admitiendo su derrota. “Esto ya no es coincidencia, ni es un accidente”, expresa el malogrado Antonio.
Paradójicamente el italiano es quien mejor aprecia y entiende la música del amado por Dios, por ejemplo, al final de la escena de la ópera “Don Giovanni”, el público brindó un tibio aplauso a la obra, porque no la entendió, en cambio Salieri sí supo su significado.
El remate de la ópera simbolizaba la manipulación que Mozart sufrió a manos de su padre Leopoldo, quien aún muerto le seguía atormentando.
Wolfgang expresa a través del arte que ha sido utilizado y manejado por su padre; el músico se encuentra en el dilema de agradecer a su progenitor la educación recibida o decidir odiarlo por la infancia robada.
Sin dudas uno de los secretos mejor guardados por el compositor más grande de la historia quien fue sepultado en una tumba comunitaria en Viena, Austria.
Por Andrés Forcelledo Parada.-