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“El padrino”: Una oferta que casi fue rechazada

“El padrino” (1972) fue el punto de partida que marcó a fuego mi mirada con respecto a las películas y su posterior análisis. Me animó a escribir las primeras líneas sobre mis cintas favoritas y las huellas imborrables que dejaron en mi existencia.

El filme me llevó al libro homónimo de Mario Puzo que cuenta la historia de un rey, sus hijos y el imperio criminal de postguerra de la década de los cuarenta en Nueva York.

Me impresionó su similitud con hechos de la vida real, con referencias, acontecimientos y personajes del mundo de la mafia de nuestro pasado reciente.

En la novela me encontré con un antiguo dicho italiano, traspasado de generación en generación: “La vida es tan dura que cada hombre debe tener dos padres que cuiden de él, es por eso que todos deben contar con un padrino”.

Brando

Para llegar al nivel de mito que alcanzó la película se necesitó más que la mano de un padrino poderoso. Es increíble que haya sobrevivido a una serie de obstáculos, cambios de última hora, condiciones y restricciones que la tuvieron al borde del precipicio.

Antes del rodaje los ejecutivos de Paramount fueron categóricos en señalar que por ningún motivo Marlon Brando interpretaría al patriarca de la familia, Don Vito Corleone.

Era conocido el temperamento y excentricidades del actor, para quien era un placer fastidiar a ejecutivos, productores y directores de Hollywood, retrasando los proyectos y haciendo perder miles de dólares a los estudios.

Es que los genios como Marlon nunca fueron fáciles de domar y los dueños de los estudios de Los Angeles lo tenían claro. Definitivamente el actor era una verdadera pesadilla para ellos.

Francis Ford Coppola, director del filme, logró doblarle la mano al destino y convenció a los ejecutivos quienes exigieron que Brando hiciera una prueba y aceptara un salario menor.

Aunque las peticiones fueron humillantes éste las aceptó a regaña dientes, porque interpretar al jefe de la familia le permitiría situarse en el olimpo de los mejores actores de Hollywood, y lo consiguió con creces, obteniendo por segunda vez en su carrera el Oscar a Mejor Actor.

Al Pacino

Con Al Pacino (Michael Corleone) el trato no fue distinto y su permanencia tambaleaba en el plató. Los ejecutivos afirmaban que era un desconocido, ellos querían a Robert Redford o Dustin Hoffman para el papel de quien manejaría los hilos de la familia tras el retiro del patriarca.

Coppola tuvo que mover cielo y tierra para revertir esta apreciación pesimista hacia el actor de raíces italianas; finalmente Al Pacino convenció a sus detractores en la memorable escena del restaurante.

El director igual fue cuestionado, al punto de ser supervisado por si fuese despedido. No lo consideraban un director de acción y tras la escena de violencia intrafamiliar, entre Connie Corleone y su esposo, Carlo Rizzi, el realizador fue confirmado.

Aquí es menester hacer la pregunta del millón de dólares, sí se hubieran impuesto las disposiciones de Paramount, la película habría alcanzado el éxito y la fama que obtuvo. Creo que no hay respuesta para aquello.

Lo cierto es que el filme contó con un director que tuvo las pelotas para defender sus convicciones, hacerse respetar y seguir su instinto artístico.

Así Coppola dejó una huella insuperable, porque cambió para siempre la forma de hacer películas en la década de los setenta, convirtiéndose en referente obligado hasta nuestros días.

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