A sus 94 años el legendario Clint Eastwood aún no deja de sorprenderme con su estilo de contar historias con una dirección sólida que no da respiro.
Sobre todo en este relato de búsqueda de la verdad y la justicia con trazos de la obra maestra del escritor ruso Fedor Dostoievski “Crimen y castigo”, en que la tortura mental del peso de la culpa es peor que la pena más dura o la propia muerte.
El realizador de “Los imperdonables” (1992) se mantiene en forma en esta cinta que fluye naturalmente, con un drama judicial inteligente, éticamente complejo, fascinante y lleno de tensión que nos mantiene alerta para ver cómo finaliza, porque la justicia que debe ser siega no cumple su función y parece prevalecer la impunidad en un sistema judicial como afirman la fiscal y el abogado, «No es malo y bueno, pero es lo que tenemos».

Justin Kemp, Nicholas Hoult, es un hombre de familia y con pasado alcohólico, es elegido como jurado en un juicio por asesinato. Él se encuentra luchando con un serio dilema ético que podría utilizar para influir en el veredicto del jurado y tener en sus manos la decisión de condenar o liberar a un acusado de un crimen.
En uno de los géneros más tradicionales del cine norteamericano: el judicial, la cinta de Eastwood tiene una pincelada de “12 hombres en pugna” (1957) en que el actor Henry Fonda, jurado número ocho, un hombre justo y bueno, a diferencia de Hoult, el jurado N° 2, un personaje involucrado oscuramente en el caso que se investiga y que hace dudar incluso a la propia fiscal Killebrew, Toni Collete.
La crítica especializada calificó el filme como uno de los mejores del año y un serio candidato a los premios Oscar del próximo año. Si fuese el último trabajo del director de “Río místico” (2003), éste terminaría en lo alto una brillante carrera fuera y dentro de la pantalla grande. La película se puede disfrutar por suscripción en la plataforma Max.
Por Andrés Forcelledo Parada.-