Por Gonzalo Ibarra y Fabián Pino
El 2019 parecía ser un año importante para el cine chileno. Antes de la explosión social de octubre varias cintas ya habían logrado una destacada participación en el extranjero. Por ejemplo, “Araña”, de Andrés Wood, fue nominada a los premios Goya como Mejor Película Iberoamericana; “Blanco en Blanco”, de Theo Curt, ganó Mejor Dirección en la sección Orizzonti del Festival de Venecia; y el documental “Lemebel”, de Joanna Reposi, se consolidó con el Teddy de Berlín.
Pero todo ese triunfo internacional de las cintas no se refleja en la taquilla chilena, cosa que los realizadores y productores deben afrontar cada vez que planean poner en marcha un proyecto. En palabras del crítico de cine Ernesto Garratt, “la industria ha conseguido premios de carácter internacional, pero falta conexión con las audiencias nacionales”.
Y los hechos hablan por sí solos. Recordemos que la ganadora del Oso de Plata de Berlín, “Una Mujer Fantástica”, fue un fracaso de taquilla en Chile, con solo 50 mil espectadores. Fue necesario el boom mediático de la nominación a los premios Óscar para que, mediante un reestreno, la cinta de Sebastián Lelio lograra más llegada de público, sin contar el estreno que tuvo en televisión abierta por Canal 13 días antes de la ceremonia de premiación.
Esto apunta a que nuestro cine ha hecho un trabajo de profesionalización, buscando nuevas historias y temáticas, pero que tiene una barrera para seguir creciendo: la audiencia local. Si bien no están disponibles los estudios de espectadores del año pasado, durante el 2018 la industria tuvo un total de 758 mil 821 espectadores, un 10% menos que en 2017. Esa audiencia fue repartida en 42 películas estrenadas en multisalas. Algo paradójico es que el 77% corresponde a la película de humor “No estoy loca”, que arrasó con los demás géneros.
Estos son solo algunos de los datos que evidencian la progresión de la industria local durante los últimos años. De hecho, este verano Chile será el protagonista del prestigioso Festival de Cine de Berlín. No obstante, en el país la materia pareciera estar en segundo plano.
Actualmente, los esfuerzos de parte del Estado para potenciar el cine chileno se dividen principalmente en dos lineamientos de acción. Por un lado, se potencian las delegaciones chilenas en festivales internacionales y, por otro, existen fondos de realización audiovisual destinados a aliviar económicamente la producción de películas y series. Pero las salas de cine casi vacías ante las películas nacionales parecen gritar que algo anda mal.
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Desde la pared de la oficina de la Cineteca Nacional, antiguas cintas, afiches y otras reliquias cinematográficas parecen mirarlo, esperando atentamente sus palabras. Marcelo Morales se acomoda en su silla, toma un respiro y comienza a hablar de forma calmada ¿Y cómo no estar atentos? Con la experiencia de haber creado la base de datos de películas nacionales Cine Chile, además de ser el encargado de la Mediateca de la Cineteca, él sabe de lo que habla cuando se trata de cine chileno.
Reflexiona y enseguida afirma que la industria nacional pasa por un momento duro. Se trata de una época en que realizadores y realizadoras no pueden aspirar a un gran público para sus películas, sino que únicamente reforzar al que ya se encuentra cautivo por ellas. Esto, por medio de circuitos alternativos y actividades que involucren al público, como el trabajo que está haciendo Miradoc.
Mientras sigue con su relato, su postura se pone rígida. Lanza una crítica por el ausentismo del Gobierno en la materia. Le parece que el Estado hace muy poco por generar instancias para ver y difundir el cine chileno. Actualmente se discute mucho el sistema de cuotas, el que aseguraría a las cintas nacionales un espacio en multisalas comerciales, pero en el actual modelo de negocios no es algo que crea viable y por lo que valga la pena luchar.
Luego de un rato conversando, la solución parece ser a todas luces la formación de audiencias, introduciendo el cine a las aulas como un ejercicio de reflexión, memoria e identidad, para así derribar todos esos injustos prejuicios que impiden a la industria crecer orgánicamente.
En esto es enfático y no da tregua, ya que como referente de este modelo -dijo- se encuentra el cine francés, donde, a través de programas especiales, se introdujo el cine en las escuelas y actualmente dicho país tiene una alta cantidad de producciones al año.
“Hay que romper la barrera del nicho, ser más transversal. Que no solo vayan las personas que entienden de cine. Y eso se logra a través de mayor difusión. Hay que invitar a la gente a desprejuiciarse y a ver ese tipo de películas”, manifestó el creador de la Enciclopedia del Cine Chileno.
Al ser preguntado sobre el emblemático aporte que hacía Banco Estado a las producciones audiovisuales, coincide con cineastas como Juan Cáceres (‘Perro Bomba’) y Silvio Caiozzi (‘De pronto el amanecer’), señalando que era una ayuda importante, pero ni de cerca cubría lo suficiente.
Acusa que es tan precario el panorama para las producciones nacionales que, incluso con la ausencia de pequeñas ayudas como la de la institución bancaria, el problema se agudiza cada vez más. En la misma línea, entre silencios que permiten ver un dejo de nostalgia, reconoce que lugares como el destruido Cine Arte Alameda son fundamentales en la distribución de películas y también en el proceso de formación de audiencias.
Y aunque podría pensarse que un medio de comunicación tan cercano al cine, como lo es la televisión, sea un gran aliado en esta batalla, Marcelo comenta que no es así. El mediador revela que los medios de comunicación, en general, muchas veces solo buscan aquellas producciones que puedan causar un revuelo mediático. Amargamente concluye que si la película no llama la atención pasa desapercibida para todos.
Un buen plan, pero fallido
Esta crisis que atraviesa el cine chileno tiene un diagnóstico que data de años atrás. El 2017 el Consejo de la Cultura y las Artes (ahora Ministerio de Cultura y las Artes), consciente del problema con las audiencias, creó la Política Nacional del Campo Audiovisual. Se trata de un documento con una serie de indicaciones para el crecimiento del audiovisual chileno. Desde sus primeras páginas, la publicación aclara que su enfoque está ligado a la problemática de los espectadores, la cual, mediante el «Plan Nacional de Formación de Públicos», sería trabajada desde el aula, con escolares y preescolares.
A diferencia de muchos de los planes de fomento actual, este tenía su foco puesto en la audiencia y su relación con el cine. El principal objetivo era lograr un feedback bidireccional, entre público y realizadores, para así aprender a leer los intereses de la gente y sus realidades. Esto traería consigo una cercanía capaz de derribar los estigmas del cine nacional y atraer más público a las salas de cine, además de garantizar el acceso a la cultura.
No obstante, este plan jamás vio la luz. Entre la creación del Ministerio de las Culturas, el Arte y el Patrimonio, y la llegada de la segunda administración del Presidente Sebastián Piñera, el ambicioso proyecto fue archivado y jamás vuelto a nombrar. Los recursos fueron congelados. Y si hoy se busca el proyecto en internet, es imposible encontrar siquiera una página del documento.
Cultura 21 conoció que este plan de formación de públicos tuvo un costo de 84 millones de pesos y que contempló un seminario, dos talleres y dos estudios; estos últimos recogieron y compararon información sobre diferentes modelos de formación de públicos a nivel internacional, efectuando después un diagnóstico del estado de la formación a nivel local. A partir del proceso participativo que tuvo lugar en el seminario, se elaboró el documento, que recogía las principales demandas de la ciudadanía en ese ámbito.
Los desafíos
El cineasta Silvio Caiozzi, ganador de cerca de 100 galardones nacionales e internacionales, hace una crítica al poco rodaje que se le da a las cintas nacionales en las salas de cine y plantea soluciones para revertirlo. En su oportunidad, dijo a este medio que lo primero que se debe modificar es la ley de cine, para así compensar la promoción millonaria de Hollywood. Y no solo eso, pues, a su juicio, servirá para que la gente sepa que la película chilena existe.
“Esto debe ser por ley, que obligue a dar esa información al público chileno. La ley ha funcionado muy bien en la producción, se están haciendo 40 películas al año, pero el público no se entera y las salas de cine no les entregan pantalla, porque la audiencia realmente no sabe que existe la película; el cine se produce para ir a algunos festivales y después se guarda”, manifestó el realizador.
Caiozzi no es el único que afirma que el cine chileno está en un buen momento en relación a premios internacionales, pero eso le parece divertido, porque asegura que en el país se dice “el cine chileno qué es”.
¿Será este 2020 un buen momento para reflexionar sobre la formación de audiencias para la industria local? Actualmente se están desarrollando algunas acciones contenidas en el plan mencionado anteriormente. Puntualmente, se espera que para el segundo semestre de 2020 se implemente un programa piloto que busca llevar el cine chileno a centros culturales de todo el país, programando películas y realizando actividades de mediación que permitan acercar a los públicos a nuestro cine.