El ministro de Cultura israelí, Miki Zohar, criticó este lunes en su cuenta de X que el Oscar a Mejor documental se lo llevara «No Other Land», una producción que narra las demoliciones israelíes en el pueblo palestino Masafer Yatta en la Cisjordania ocupada, porque «distorsiona la realidad».
«La victoria del Oscar por el documental ‘No Other Land’ es un momento triste para el mundo del cine: en lugar de presentar la complejidad de nuestra realidad, los cineastas eligieron hacerse eco de narrativas que distorsionan la imagen de Israel en el mundo», escribió en su cuenta de X.
«La libertad de expresión es un valor importante, pero convertir la calumnia de Israel en una herramienta de promoción internacional no es creatividad: es sabotaje al Estado de Israel y, después de la masacre del 7 de octubre y la guerra en curso, duele doblemente», agregó el ministro Zohar, miembro del Likud, el partido del Primer Ministro israelí, Benjamin Netanyahu. Los creadores del documental, el palestino Basel Adra y el israelí Yuval Abraham, pidieron en su discurso tras recibir la estatuilla que se trabaje en una solución conjunta para poner fin al conflicto en Palestina.
«Nuestras voces unidas son más fuertes», dijo el israelí Abraham en un discurso cargado de mensajes políticos, en el que pidió la liberación de los rehenes israelíes tras los ataques del grupo islamista Hamás del 7 de octubre de 2023. «Hace unos dos meses fui padre, y mi esperanza para mi hija es que no tenga que vivir la misma vida que yo vivo ahora, siempre temiendo la violencia, las demoliciones de casas, los desplazamientos forzosos a los que mi comunidad, Masafer Yatta, se enfrenta cada día», dijo sobre el escenario del Teatro Dolby de Los Ángeles Adra al recibir el galardón.
No Other Land», que ganó el Oscar después de haber sido galardonada en 2024 con el premio al Mejor documental en el festival de Berlín, transcurre en Massafer Yatta, una zona del sur de Cisjordania, un territorio palestino ocupado por Israel desde 1967, y retrata la vida de un joven palestino que lucha contra lo que la ONU considera el desplazamiento forzado de los habitantes de la región. La producción abarca cinco años de grabaciones (2019-2023) en el hogar de Adra, el conjunto de aldeas en Masafer Yatta en Cisjordania ocupada, que muestran las demoliciones de viviendas, escuelas, pozos de agua y carreteras por parte del Ejército israelí y que a día de hoy continúan.
A diferencia de sus rivales, la producción palestina no solo ha tenido que sortear la barrera de contar la cruel guerra que divide por décadas a Israel y Palestina, sino que también se ha tenido que enfrentar sin éxito a la batalla de encontrar una gran distribuidora en Estados Unidos. Los expertos atribuyen este escaso interés en adquirir el largometraje, en el que el israelí Abraham y el palestino Adra debutan como directores, a cuestiones políticas por el apoyo de EE.UU. a Israel y las tensiones en el orden mundial tras el proyecto del presidente Donald Trump de convertir Gaza en la «Riviera de Oriente Medio».
La complicada amistad entre ambos directos profiere esperanza entre ambos territorios por convivir en un mismo trozo de tierra por el que se han librado mil batallas y que desde el comienzo de la ofensiva israelí en octubre de 2023 tras el ataque del grupo islamista Hamás se ha cobrado la vida de casi 50.000 personas, la mayoría palestinos.