Muchas personas se han preguntado como una ideología tan nefasta como el nazismo invadió la mente de miles de personas y los llevó a cometer atroces actos. Una de las respuestas es que el movimiento liderado por Adolf Hitler no apareció de un día para otro; fue producto de una incesante maquinaria propagandística que sedujo las mentes jóvenes de una Alemania entre guerras. Esto es lo que plantea Apt Pupil (1998) dirigida por Bryan Singer y protagonizada por Ian McKellen y el desaparecido Brad Renfro.
Un estudiante de secundaria de 17 años, durante la década de los 80s, descubre que un hombre de su comunidad es un criminal nazi viviendo de manera cómoda el sueño americano.
En los primeros minutos de la película, el personaje interpretado por Brad Renfro, encara al anciano y amenaza con informar a las autoridades si no accede a sus deseos: responder la pregunta enunciada en el primer párrafo ¿qué le llevo a cometer atroces actos? “Quiero saber lo que no se enseña en los libros de historia”, señala. De esta manera se da inicio a un paulatino viaje hacia lo más oscuro de la naturaleza humana y con ello descubrimos que cualquier persona es capaz de cometer crímenes contra la Humanidad.
Basado en un relato del rey del terror, Stephen King, la película nos muestra la inocencia de una juventud ochentera, para quienes el Holocausto no es más que un capítulo en los libros de historia. Poco a poco, nuestro adolescente protagonista irá tejiendo redes alrededor del anciano criminal, redes que terminaran por atrapar a ambos inexorablemente. Cazador y presa se confunden y cambian de lugar a lo largo de las casi dos horas de metraje.
Una cinta no exenta de polemicas
Hermosamente fotografiada y con un guion que escapa a los clichés comunes del género, Apt Pupil se desenvuelve entre el drama y el thriller haciéndonos empatizar, a ratos, con la soledad del criminal nazi y en otras ocasiones con la curiosidad mórbida del adolescente. Generó polémica durante su estreno, no por la apología al nazismo, sino por mostrar, de manera innecesaria algunas veces, varios planos del cuerpo semidesnudo de Renfro que entonces contaba con 16 años y también por insinuar conductas homosexuales en una escena.
Las críticas partieron de la base de la homosexualidad de McKellen y de Singer, señalando a la película como una especie de propaganda. Años más tarde, Bryan Singer recibiría varias denuncias de abuso sexual y violación por parte de adolescentes.
Increíblemente bien actuado, el metraje se sostiene en la dinámica de la relación entre un maestro y su joven aprendiz, demostrándonos que no es necesario recibir clases formales para tener aprendizajes que se quedarán con nosotros el resto de la vida. Todos descendemos al infierno con este adolescente conflictuado y empatizamos con las decisiones que toma hacia el tercer acto del film. Decisiones que “necesariamente debían ser tomadas”, el mismo pensamiento que llevo a Europa al conflicto armado mas sangriento del siglo XX.