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“Ciudadano Kane”: ¿La mejor película de la historia?

Es un filme que nunca terminas de ver, en cada visionado descubres nuevas proezas cinematográficas, complejos planos e innovadoras técnicas que lo ubican en el Monte Everest de la industria.

Antes de ver la ópera prima de Orson Welles las expectativas eran altas. Escuché hablar mucho de ella, era casi un mito antes del primer visionado. Seguro la experiencia marcó un antes y un después con todo lo que había visto. Desde ese instante las películas se transformaron en más que un pasatiempo para mí, era arte con letras de liquidación.

No hay duda que “Citizen Kane” (1941) inspiró a generaciones de directores gracias a su riqueza técnica, artística e interpretativa; imprescindible para los amantes de la fotografía gracias al manejo de claros, oscuros y atmósferas que Welles elaboró a la perfección en cada fotograma.

Son innumerables los elementos que la hacen insuperable y con el tiempo ocupó el sitio que se merece, como también su autor, uno de los grandes genios del Siglo XX, quien se convirtió en esclavo de su obra maestra, porque nunca pudo superarla.

Orson Welles se convirtió en esclavo de su obra maestra porque nunca pudo superarla.

“Rosebud”

La historia me atrapó desde el primer fotograma a partir del misterio de la última palabra pronunciada por Charles Foster Kane, Orson Welles, quien se encontraba agónico en su fabuloso castillo de estilo oriental Xanadú.

Antes de su último suspiro Kane expresó la palabra “Rosebud”, así partía este fascinante relato y búsqueda para saber quién diablos había sido este magnate de los medios de comunicación. En lo personal fue un viaje fantástico de realizar.

Es una cinta que nunca termino de ver. Al disfrutarla de nuevo no me sorprende descubrir más proezas cinematográficas, complejos planos e innovadoras técnicas que la ubican en el Monte Everest de la industria.

Un debut extraordinario para un joven adelantado a su época, un reconocido y respetado hombre de radio que junto a su compañía de teatro realizó una realista adaptación radiofónica de la novela de ciencia ficción “La guerra de los mundos”.

La transmisión en vivo causó pánico en los habitantes de New Jersey y Nueva York, donde presuntamente había ocurrido una terrorífica invasión extraterrestre a principios de los años cuarenta, lo que provocó un tremendo caos en estas ciudades.

Tras la polémica, a sus 25 años a Welles se le otorgó un premio gigante para la época, el poder absoluto para dirigir dos largometrajes con todos los recursos técnicos y humanos a su disposición, algo impensado en nuestros días.

El talentoso joven estuvo comprometido a filmar, escribir e interpretar estas cintas con libertad y poder de decisión en todas las etapas de realización, un gran premio para un artista de su talla.

Así el director de “Sed de mal” (1958) tuvo el privilegio de contar con una autonomía artística nunca antes vista y que pocos han gozado en la industria del celuloide.

Pez gordo

La primera de estas cintas trataría sobre el ascenso y caída de un magnate de la prensa de Estados Unidos, figura inspirada en el gigante mediático de los años cuarenta William Randolph Hearst.

Antes del estreno, este “pez gordo” desató toda su ira en contra del filme al enterarse por sus periodistas que retrataría aspectos sórdidos de su trayectoria profesional y privada; finalmente se estrenó con un rotundo éxito de crítica, pero no de taquilla.

De nueve nominaciones a los Oscar sólo ganó en la categoría Mejor Guion Original, al parecer la Academia hizo la vista gorda y no valoró la riqueza técnica y artística que con el tiempo catapultó a “Ciudadano Kane como el mejor filme de la historia.

Por Andrés Forcelledo Parada.- 

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