En la imagen principal de esta columna se puede observar al realizador francés Jean-Pierre Melville en “Dos hombres en Manhattan” (1959), cinta que dirigió y donde por única vez en su filmografía fue protagonista.
El director, quien adquirió su apellido artístico en homenaje al escritor creador de “Moby Dick”, Herrman Melville, es el mayor exponente del cine polar o cine policiaco francés, subgénero que tuvo auge tras la Segunda Guerra Mundial, influenciado por el filme noir hollywoodiense de los años cuarenta, pero con una particularidad que lo hace único.
Me bastó visionar “El samurái” o “El silencio de un hombre” (1967), con Alain Delon como protagonista, para convertirme en adicto a estos filmes en que abundan tipos fríos en gabardina y sombrero, mujeres fatales e historias que son la antítesis de las películas interpretadas por James Cagney o Humbrey Bogart.

El cine polar prescinde de héroes, los finales no son muy felices y pululan personajes fatalistas con una mayor profundidad o carga sicológica, con relatos más atractivos que los norteamericanos.
Los oscuros y ambiciosos personajes se mueven en contextos apestados de corrupción y llegan demasiado tarde para cambiar la dirección de los acontecimientos cuando todo parece derrumbarse.
Y el elemento más relevante, los delincuentes están al mismo nivel que los policías; aquí radica el interés del espectador y lo distancia del cine negro estadounidense en que cohabitan sólo extremos: buenos y malos.
Estas características están presentes en las obras maestras de Melville y son protagonizadas por emblemáticos actores como Jean Gabin, Jean-Paul Belmondo, Lino Ventura y Alain Delon, por mencionar algunos.
En esa línea son memorables “Bob el jugador” (1956), “El confidente” (1963), “Hasta el último aliento” (1966), “El círculo rojo” (1970) y su último filme “Un policía” (1972). Un año más tarde Jean-Pierre dejó de existir prematuramente a los 55 años tras sufrir una crisis cardíaca.
Cabe mencionar otros títulos imperdibles de esta corriente “No toquéis la pasta” (1954) de Jacques Becker, con los legendarios Jean Gabin y Lino Ventura, ambos también son protagonistas de otro clásico “El clan de los sicilianos”, de Henri Verneuil.
