Protagonizada por Vanessa Kirby y Shia LaBeouf, “Pieces of a Woman” narra la historia de una mujer (Martha Weiss) que pierde a su hija al momento de nacer. Esta interpretación lleva a Vanessa Kirby a ser una de las candidatas para ganar el Oscar a mejor actriz en la versión 2021. Anteriormente, en el año 2018, la actriz británica había sido la ganadora en los premios BAFTA como mejor actriz de reparto al personificar a la princesa Margarita en The Crown, serie en la que ya había mostrado sus excelentes dotes actorales.
El drama estadounidense dirigido por Kornél Mundruczó conmueve al espectador desde un comienzo. En primer lugar, podemos ver a Martha y a Sean ilusionados por la pronta llegada de su bebé y, una vez que el escenario se encuentra dispuesto para recibirlo en óptimas condiciones, no nos ponemos cómodos en nuestros asientos para disfrutar de la ficción, sino que entramos en un estado en el que prima la angustia de ver a una joven mujer luchando por controlar los dolores previos al parto que decidió, junto a su pareja, realizar en casa.
Los primeros veinte minutos de trabajo de parto son, por lo bajo, desesperantes. Martha soporta el dolor de las contracciones supervisada por una partera que no responde a tiempo a las necesidades de la madre y del bebé en cuestión, o por lo menos no de la forma más negligente posible a los ojos de cualquier persona poco entendida en el tema. Sin embargo, es esta misma situación la que lleva a los personajes principales a cuestionar su responsabilidad en el hecho, ya que las cosas parecen ir de mal en peor cuando nos hacemos testigos en la escucha de un corazón que no late con la fuerza suficiente para enfrentar el trauma de venir a este mundo.
Una transformación desgarradora
La forma en la que Martha enfrenta su pérdida es tomando distancia, tanto de su pareja que le exige estar para él, como de su madre quien, de forma fallida, intenta controlar su vida y decirle cómo debe comportarse frente a tan desfavorables circunstancias. Insiste en que la partera debe enfrentar un juicio por homicidio culposo y pagar por los daños cometidos, pero Martha está deshecha, tiene impotencia porque nadie más que ella puede experimentar la verdad de su sufrimiento.
“¿Y te preocupa que me juzguen? Y ni siquiera es porque me juzguen. Se trata de cómo quieres que sea para ellos. Quieres arreglarme. ¿Qué importa lo que piensen? Se trata de mí, de mi cuerpo. De mí. ¿Lo entiendes?”.
En las dos horas con seis minutos que dura la película no hay escena en la que sea una opción no empatizar con la pérdida de Martha, incluso en aquellas que se movilizan a partir de ciertas conductas consideradas más o menos erráticas, pero afortunadamente el cine nos permite abrir nuestra mente y nos ofrece contemplar un panorama sin juzgar. Además, cada quien sobrelleva el dolor como quiere y puede.
La visión de un flâneur
Martha inicia su periplo como un flâneur (del francés). Esta visión de un paseante que vaga por las calles sin rumbo fijo y abierto a todas las posibilidades que entrega el mundo en actitud de vigilante, de observador, como si estuviera presente y a la vez ausente, dentro y fuera de un espacio conservando los pequeños detalles y reflexionando ensimismado como un callejero solitario. Este paseante observa y absorbe cuanto sucede a su alrededor. Hace visible lo invisible, lo que no se ve de manera superficial, porque es de esto último de lo que se quiere deshacer, de lo que no sirve, de lo que debiese ser un deshecho en la existencia. El flâneur se congela en el centro de una fotografía y los transeúntes avanzan como el tiempo, sin detenerse, dejando una mancha borrosa a los costados del encuadre. Martha se deshace de los prejuicios, de las críticas e integra el dolor a su vida.
“No puedo traerla de vuelta. Ningún dinero, veredicto ni sentencia puede… puede traer de vuelta… ¿Cómo puedo darle este dolor a alguien más? A alguien que ya ha sufrido. Y sé que ella no querría eso. En absoluto. No es para esto que mi hija vino al mundo el tiempo que estuvo aquí”.
Se trata de un drama desgarrador que, si bien logra tensar el nudo en la garganta conforme avanza la historia, también nos entrega un descanso en su parte final que puede resultar inevitable y conmovedoramente esperanzador.
